CAPITULO 13

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DOS CARAS

EDÉN

La segunda vez que viajaba no podía ser incomoda y peor.

Si, el avión privado era muy cómodo, la comida estaba muy buena y estar de la mano de mi prometida no era tan malo. Pero si era incomodo saber que estábamos viajando en un avión, con alguien que, para mí, era un completo desconocido.

Donna no estaba siendo sincera conmigo, pero era más que obvio, por sus actitudes, su forma de ser últimamente y las extrañas sonrisas que demostraba.

Sus ojos estaban decaídos y cada que le hablaba, se asustaba, como si tuviera miedo de todo aquel que la rodeaba.

Se sentía insegura.

Y ella creyó que lo mejor en este momento y ahora, era tener un viaje familiar. Según ella quería ir a Los Ángeles a investigar las vinaterías que había aquí, ya que, según sus investigaciones, LA estaba exportando vino y licores deliciosos a Nueva York.

Lo acepté y me pidió que lleváramos a Wendy y mis padres.

Lo que no acepté, es que unos amigos de ella vinieran.

Uno lleno de tatuajes llamado, Liam.

Una castaña llamada, April, que era la única que había conocido desde hace unos días.

Un pelirrojo llamado, Lou

Y un chico algo obeso llamado, Guido.

Yo estaba muy incómodo, porque estaban tratando a mi familia como si fuéramos los excluidos. Ellos estaban jugando cartas junto a nosotros, a excepción de Liam y apretaba con fuerza mi mano, con temor.

—¿Quieres agua? —le susurré.

Ella negó y su mirada estaba perdida.

—Oye Donna, veo que estas un poco triste, ¿Todo se encuentra bien? —la pregunta de mi madre la hizo levantar la cabeza.

Quise reprenderla, pero, tal vez a ella le podría decir que tenía.

Nadie le decía que no a mi madre.

Adalia Schmidt era la mujer más segura que había conocido. Una sonrisa tiró de mis labios al recordar la primera vez que bombardeó a Donna con preguntas luego de que les dijera que estábamos saliendo.

Nunca le pareció que estuviera con alguien que estaba llena de inseguridades, pero poco a poco le agradó y le tomó cariño.

Donna siempre procuraba ayudarle a mi madre con sus cosas o preguntarle si necesitaba algo, acomedirse y con eso, trataba de demostrar que era una hermosa mujer servicial.

Siempre buscando ayudar a todos, pero más a los que quería.

Además, Adalia siempre le hacia ese tipo de preguntas, sobre si estaba enojada, triste, entusiasmada y esas cosas, porque mi mamá era muy buena leyendo el lenguaje corporal.

Sin embargo, en esta ocasión, Donna solo se encogió de hombros.

—Hey, Donna, mi madre te preguntó algo ¿Estas bien? —Wendy le tocó el hombro, ella estaba sentada detrás de nosotros, teniendo tres asientos libres. Suertuda.

—¿Quieren algo de comer? —se acercó una azafata.

Donna negó y su pierna empezó a temblar, sus manos se encajaron en sus muslos cubiertos por un short y sus uñas rasgaron.

Mi madre se removió incomoda y mi papá se hizo el loco.

—Donnis—la llamó la tal April—¿Quieres jugar? Ya me cansé de que Lou y este otro se coman mi polvo—le sonrió y Donna levantó un poco, solo un poco sus comisuras.

PECA CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora