CAPITULO 24

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DESPREVENIDOS

La fresca brisa nos revolvía ligeramente el cabello, mientras el carruaje era arrastrado por ese hermoso caballo negro. Lugur tenía su brazo alrededor de mis hombros, mientras me acariciaba mi hombro pecoso.

—¿Quieres ponerte al corriente de las cosas que te perdiste este tiempo? —cuestionó, arrugando ligeramente las cejas por el viento.

—¿Qué tipo de cosas hablamos? —retiré mi cabeza de su hombro y le miré con curiosidad.

—Cosas que no te traerán malos recuerdos—aseguró y levantó mi mentón con su dedo—. Es que mierda, te ves tan buena hoy que solo quiero follarte ahora mismo.

—Te creo muy capaz de quitarme la ropa ahora—me abracé al sentir la fuerte corriente de aire—. Así que mejor, dime que me pondrás al corriente.

Se frotó la barbilla y soltó mi mentón para volver a la posición de que estábamos, esta vez poniendo su mano más cerca de mi pecho.

—Son muchas, a decir verdad, así que solo no te estrés ni te abrumes y déjame explicarte.

Asentí algo confundida, pero ansiosa por las revelaciones.

—Elijah mató a Galleta.

La declaración me tensó el cuerpo de pies a cabeza y pude sentir la impotencia de que esa loca se desquitara con aquel animalito, que no cargaba de la culpa de sus dueños.

—¿Cuándo pasó eso? —indagué sintiendo un nudo en mi estómago. Galleta estuvo conmigo cuando estuve a punto de caer en estado depresivo de nuevo.

—Cuando Avari escapó, ella lo mató como señal de que iba a por nosotros.

—¿No te dolió? A final de cuentas también era mascota tuya—le puse una mano en su pecho.

—No lo sé, a decir verdad, nunca tuve una mascota y cuando la asesinó, solo sentí... impotencia, pero no poder evitarlo, sentí la impotencia de que ella iba a ir por todo lo que me rodeara.

No quise decir más del tema, sabía que para mí demonio era difícil expresar sus sentimientos y muy dentro, estaba segura que le dolía la muerte de ese cocodrilo.

—Te escribí cartas, te escribí 453 cartas a mano—confesé tras un grato silencio—. Te escribía cartas cada que sentía que iba a recaer o estaba por tener un ataque de pánico. Sé que me dijiste que lo sabias, pero no sabía si...

—Natalia las escondió un tiempo, pero si, las tengo guardadas—me dijo serio—. Están en el cajón de mi despacho, pero jamás las quise leer, porque eso me hacía odiarte.

—Pero, no sabías lo que decían—me acurruqué contra su cuerpo.

—Seguro me decías que me odiabas o no me querías ni ver.

—Decían que quería que vinieras por mí, que nos largáramos juntos, que hiciéramos la vida que deseábamos, que estuviéramos unidos y pasáramos por todo juntos. Qué te quería a mí en mi proceso de sanación, que te quería a mi lado, que solo esperaba para poder verte.

—Dudo que Edén supiera de esas cartas—admitió orgulloso,

—No seas grosero—le dejé un golpe en su pectoral—. Estoy tratando de ser romántica.

Soltó una ligera risa y me acercó más a su cuerpo. Pasamos por un puente, y debajo de nosotros un bonito rio corría, mientras era fotografiado por los turistas que había del otro lado del puente.

—Maté a Natalia el día que Lucifer fue a por mis hermanos.

Me atraganté con mi saliva y comencé a toser, luego de que dijera eso con tanta naturalidad.

PECA CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora