Hoy fue el día.
Lo marqué en el calendario para no olvidarlo nunca. No necesito escribir lo que viví hoy porque, sin importar lo que pase, jamás me voy a recuperar de esto.
Jongin se subió en el asiento trasero del auto de los Do. Se puso el cinturón y se acomodó en su puesto. Poco después se subió Kyungsoo. Su madre había intentando mandar la mayor parte de sus cosas por correo o por una compañía de mudanzas y llevaban unas pocas en sus maletas. Quien conducía era la madre de Jongin, a su lado iba la madre de Kyungsoo. Ambos se habían ofrecido a llevarlos al aeropuerto y luego hacerse cargo de la venta de algunas de sus cosas como, por ejemplo, el vehículo en el que viajaban. Los chicos estaban callados. Habían tenido una discusión tras otra, se habían reconciliado, habían intentado arreglar todo, habían llorado desconsoladamente juntos. Pasaban de intensos momentos de no querer separarse a lamentables intentos de ver cómo se sentía la vida sin estar al lado del otro. Nada parecía funcionar.
Al ser un vuelo internacional, lo recomendable era que estuvieran tres horas antes en el aeropuerto. Para evitar cualquier problema, llegarían con mucha anticipación, comerían algo en el camino y se despedirían. Se habían prometido tomarse una foto con unas sonrisas muy grandes para recordarse así siempre. Esa fotografía había permanecido en la mesita de noche de Kyungsoo y colgada encima del interruptor de la luz en la habitación de Jongin.
En camino a Incheon pareció eterno. Sus madres hablaban en voz alta entre risas y comentarios porque sus hijos parecían pasarla realmente mal en la parte de atrás. Jongin fingía dormir mientras movía con exageración sus piernas por la ansiedad. Kyungsoo tenía una mirada seria y un aura un tanto amenazante. Esa no era su intención, más bien el pobre chico se hubiera sentido mejor ante la oportunidad de abrazar a Jongin y ser consolado con su presencia, pero su expresión era como un escudo. Antes de tomar la autopista que los llevaba al aeropuerto, fueron al restaurante favorito de los muchachos. Hubo comida en abundancia, pero pocas palabras. La madre de Kyungsoo se sentía muy mal porque era capaz de palpar la tristeza de su hijo y de su mejor amigo. No podía evitar sentirse culpable por separarlos.
Y lo más probable es que se hubiera sentido aún peor si hubiera sentido que los jovencitos estaban ahí, ahogándose en las turbulentas aguas de un amor truncado. Sentían que estaban siendo arrancados de los brazos del otro en el momento en el que más se querían. Sentían que estaban perdiendo a la persona que más les importaba en ese momento, a quien podía convertirse en el amor de su vida. En la persona que era el amor de su vida. Sentían que era injusto, que era triste, que estaban dentro de una pesadilla que no se acababa por mucho que quisieran despertar.
Cuando continuaron su camino y tomaron la autopista a Inchenon, Jongin acumuló valentía y tomó la mano de Kyungsoo. La apretó con fuerza y así la sostuvo el resto del viaje. Finalmente el aeropuerto apareció en la distancia. El estómago de Kyungsoo dio un vuelco y sus piernas empezaron a temblar. Tuvo el impulso de decir que no quería irse, que se quedaría con Jongin o que buscaría trabajo para mantenerse solo mientras estudiaba. Pensó en todas las posibilidades que tenía para escapar, en todas las probabilidades de sobrevivir por su cuenta. En viajar del avión en el último minuto. Pero lo único que pudo hacer fue apretar más aún la mano que Jongin sostenía y morder sus labios mientas intentaba no echarse a llorar.
–Si registramos las maletas y hacemos el check-in ahora, podremos quedarnos tranquilos y esperar junto con Jongin y su mamá, ¿qué te parece cariño?
–Es una buena idea– respondió Kyungsoo a su madre y les pidieron a sus acompañantes que los esperaran.
Les tomó alrededor de media hora completar la tarea y les quedaba todavía algún tiempo más antes de ir a la sala de pre-embarque. La solución de las mujeres fue tomar un postre. Ni el chocolate más tentador de la tienda pudo evitar que Jongin pidiera disculpas y se dirigiera de inmediato al baño. Kyungsoo notó de inmediato que no estaba bien y que sus ojos se veían rojos. Era muy triste que supiera cómo se veía Jongin a punto de llorar. Es algo que no debía saber. Todo era su culpa. Debió decirle con tiempo y aprovechar más lo que les quedaba juntos. Debió apoyarse en él y pedirle consuelo, pasar más tiempo a su lado y reforzar sus lazos de esa manera. Estaba pensando en eso, cuando se dio cuenta que su novio probablemente se encontraba en algún cubículo llorando solo. Tal vez él no tuvo la oportunidad de ser consolado por Jongin, pero no dejaría que pase lo mismo al revés.
Sin decir nada empezó a correr hasta el servicio y entró llamándolo por su nombre. Un par de personas ahí lo miraron extrañados. Kyungsoo siguió llamando a Jongin hasta que el chico abrió una de las puertas. Antes de que pudiera salir su novio se metió con él en aquel espacio reducido. Estuvieron unos segundos in hacer ni decir nada. Jongin con la nariz y los ojos rojos, mientras que Kyungsoo intentaba relajar su respiración por el cansancio y la desesperación que había sentido. Estaban casi pegados uno al otro. Entonces apareció ahí el magnetismo que había caracterizado a su relación desde el primer día.
No pudieron saber quién empezó. El hecho es que ambos se acercaron hasta que sus labios se chocaron. El beso era lento, torpe, incómodo. Y, aún así, uno de los mejores que habían compartido. Estaban ansiosos por estar cerca, por encontrar la manera de demostrarse que eso era real, que lo que estaban sintiendo era cierto y que así estuvieran ante una inminente ruptura, ninguno de los dos lo quería. Querían compartir todo, querían crecer juntos, querían descubrirse y apoyarse, pero no era posible. Por eso el baño del aeropuerto se convirtió en el lugar que vio su doloroso final pero que también fue testigo de una promesa que nunca fue dicha con palabras: nos vamos a querer para siempre.
Mientras se besaban, gordas lágrimas se colaban entre sus labios haciendo que fuera aún más doloroso, aún más intenso, aún más real. Eran dos personas despidiéndose cuando no querían decir adiós. Cuando no pudieron más se miraron. Y ahí fue cuando empezaron a llorar. Se abrazaron con fuerza y se apoyaron en una de las puertas del cubículo. Lloraron con fuerza, con todo el corazón, con toda la frustración acumulada que tenían. Lo dejaron salir todo sin hacer nada más que intentarse consular mutuamente aunque eso no sirviera de nada. Porque ni el tiempo fue capaz de curar esa herida.
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Jung-gan-e
FanfictionTomar decisiones parece fácil hasta que llega el momento. Buscar opciones, experimentar situaciones parecidas, pero que difieren en lo más importante. Salir de la zona de confort. Inconformidad, indecisión. Complicado, doloroso, extraño. Eso se sien...