Cap. 25 - Gemelitas

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— Sentir tu sangre en mis manos... ¡es tan bonito!

— A mí no me lo parece – respondió Kuta, tratando de despistarla. No quería que ella le siguiera a donde él iba.

— A mí tampoco – murmuró Elissu.

Le daba vergüenza tener que soltar esas frases, pero cuando tu amiga resucitada y poseída por un demonio te dice que hagas algo, sujetando un cuchillo ensangrentado, es bastante difícil decirle que no.

Kuta logró meterse en el aula A1, cerrar la puerta con llave que había encontrado en la sala de profesores, esconderse en la taquilla del fondo y agacharse para que no le vieran a través de las ranuras en la parte superior. Había aprendido por las malas que cerrarle la puerta a Elissu en las narices no era buena idea, además de que ella siempre lograba tirarla abajo, haciendo una demostración digna de Hulk. Por suerte, eso la ralentizaba.

Kuta oyó cómo la puerta caía al suelo y el cristal se rompía en mil pedazos. Sabía que Elissu estaba registrando el aula entera. Por suerte, nunca se le ocurría mirar en las taquillas (que habían sido cambiadas por otras después de que Akane demostrara ser una pirómana).

Dentro de nada, el chico oyó sus pasos alegarse.

— No tiene sentido esconderse – la frase en sí sonaba amenazadora, pero el tono aburrido de Elissu le quitaba todo el efecto.

"Pues yo creo que sí" – dijo Kuta para sus adentros.

Cuando reunió el valor suficiente, salió de su escondite y se dirigió al aula C3. Esa era la única aula del pasillo en la que no había estado aún. En la A1, en la que se encontraba ahora, había visto en la pizarra escrito "X9XX". No estaba muy seguro de qué significaba exactamente. ¿Podría ser un dígito del código? Fuera lo que fuera, sonaba a algo importante, por lo que decidió recordarlo.

También había encontrado dos papeles raros, colgados en las paredes, que brillaban con una extraña luz naranja. Uno tenía dibujada una chica con la pinta de Saiko, agarrándose la cabeza que parece ser atormentada por unas retorcidas manos negras. Kuta creía que eso o eran los tentáculos de Slender Man, o era en pelo de Akane. Aun así, lo más probable era que fueran los demonios internos de Saiko.

El protagonista del otro dibujo era un chico sonriente, rodeado por un círculo. Alrededor de su cabeza había varios corazones rosas. Ellos eran los únicos que tenían color. Todo el resto del papel estaba cubierto por unos extraños dibujitos negros. Kuta no estaba seguro de qué representaban exactamente. ¿El lado yangire de Saiko, tal vez? Con frecuencia se veía escrita la palabra "monstruo" por el papel, así que podría serlo.

Kuta había cogido esos dibujos sin saber por qué. Tal vez le sirvieran para apaciguar a Saiko... o a su hermana-gemela.

El chico logró llegar hasta el aula C3 sin tener encuentros con cierta persona. Aunque no llegó a verla, podía oírla murmurar, muerta de aburrimiento, cosas del tipo "Siempre me ha gustado jugar contigo" o "Hey, Senpai".

Cuando entró en el aula, cerró la puerta tras de sí y miró hacia la pizarra para ver si había algún número escrito. Y lo había, pero...

Kuta no podía creer su mala suerte. Se acercó hasta la pizarra tanto que acabó a medio centímetro de ella, pero aun así era incapaz de ver lo que ponía. ¡¿Por qué todo el maldito insti estaba más oscuro que las películas de Batman?!

Ya había intentado encender la luz (más de una vez), pero parecía que no había electricidad. Esto tenía que ser una broma... aunque no le hacía ni pizca de gracia.

Sin saber qué más hacer, se dirigió hacia el piso de abajo con la esperanza de encontrarse con Akira. Seguramente a los dos juntos se les ocurriría una solución. Además, ya no quería estar solo en este lugar que visitaba cada día de su vida, pero le resultaba tan desconocido.

Equipo yandereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora