Cap. 22 - No, ¡otra vez no!

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Sentada en una silla, Elissu observaba con curiosidad al inconsciente Kuta, preguntándose a sí misma qué cojones estaba haciendo. Ella era una persona que no podía resistirse a la tentación de romperle un hueso a alguien por sacarle la lengua, ¿pero esto? ¿Perseguir a dos chicos por un instituto de noche con la intención de matarlos? Ella no era así. Puede que fuera violenta, pero no era una asesina. Además, no tenía ningún motivo para odiar a esos chicos.

Pero tampoco es que tuviera elección. En el fondo le tenía miedo a la Saiko endemoniada. Sabía que, a pesar de que el demonio no controlara sus acciones, esa ya no era su amiga. Era una chica, obsesionada con un compañero suyo, que había vuelto del mundo de los muertos solo para matarle a él y vengar la muerte de otra compañera suya.

- No, mamá, no quiero espárragos - murmuró Kuta.

Elissu puso los ojos en blanco. Ese chico se había pasado la última media hora hablando en sueños sobre una piscina, un cuervo y espárragos. ¿Acaso tenía un trauma de la infancia?

- ¡Treinta y ocho! - gritó Kuta y abrió los ojos.

- ¿Treinta y ocho qué? - Elissu, aburrida, empezó a juguetear con las hachas que le había dado Saiko. No se había atrevido a preguntarle de donde las había sacado. Ni siquiera estaba segura de si lo quería saber.

- ¡La respuesta a la pregunta del examen de matemáticas! ¡Tengo un sobresaliente!

- Y yo tengo hachas - respondió Elissu.

- ¿Qué? - Kuta ya no estaba tan grogui y vio con claridad que estaba atado en una silla en un aula y que delante de él estaba sentada una chica, vestida con un traje de coneja muy rasgado y sujetando un hacha en cada mano.

- ¡¿Saiko?! - gritó Kuta.

- Meh - murmuró Elissu. - Se podría decir. Ahora que ya estás despierto, yo me iré para darle tiempo a tu amiguito para liberarte. ¡Adieu, mon ami!

Segundos más tarde Kuta ya estaba solo, preguntándose a qué amiguito se refería Saiko. Fuera quien fuera, quería que llegara pronto, porque la cuerda le estaba rompiendo las costillas. ¿Por qué Saiko la había apretado tanto? ¿Por qué estaba ahí siquiera? ¿Por qué toda esta pesadilla se tenía que repetir? El chico se iba agobiando. ¡No, otra vez no!

¡Hola! Lamento no haber actualizado en bastante tiempo, pero estaba intentando terminar la obra en borrador. Intentaré que no vuelvan a quedar espacios de diez días entre actualizaciones.

Equipo yandereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora