XIV-Bonus

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BONUS: UN SUEÑO*
                                    
                                          
 Fui corriendo a por los dos cafés: uno con leche y otro largo y solo. Estaba nevando mucho y casi me caigo un par de veces en mitad de la calle. Nana siempre me dijo que yo era un poco patosa. Llegué a la cafetería e hice el pedido. La camarera, Yuna, me dedicó una amable sonrisa y me preguntó por las navidades.

                          
—Muy bien, las he pasado en casa de mi madre —respondí, jugando con los dedos bajo el mostrador. Un pequeño gesto nervioso que tenía desde niña—. ¿Qué tal las tuyas?

                          
Ella me contó que fueron una caca. Bueno, no dijo «caca», uso una palabra peor, pero que significaba lo mismo. Sonreí y asentí hasta que terminó y me entregó los cafés. Me despedí deprisa y salí de vuelta a la oficina. 

                          
Había llegado hacía solo dos meses a INternational, una de las empresas más innovadoras y florecientes. Creada por el joven empresario Park Jimin. Me había costado un poco habituarme al ritmo enloquecido de la oficina, pero creí haber encontrado ya mi lugar entre el resto de las chicas de recepción. 

                          
Entré en el enorme rascacielos y por poco derramo los cafés sobre un par de empresarios trajeados a la puerta. ¡Qué torpe soy a veces! Me disculpé en un jadeo casi sin aire, sonrojada y con la mirada baja hasta alcanzar el ascensor. Me puse en una esquina y apreté la espalda contra la pared para no molestar a la gente que entraba y salía en cada piso. Cuando llegó a INternational, me abrí paso mientras me disculpaba repetidas veces. 

                          
Rose me miró tras la mesa de recepción. Abrió sus bonitos ojos azules y se señaló la muñeca con el bolígrafo. Contuve un jadeo. El señor Park  y el señor Jeon ya habían llegado. ¡Oh, no! Me apresuré a recoger la bolsa del restaurante de lujo con su desayuno y salí a paso rápido por el pasillo de moqueta gris. Me había prometido a mí misma no volver a llegar tarde con el café desde mi desastroso primer día.

                          
Me detuve frente a las grandes puertas de madera oscura y cogí aire antes de llamar con los nudillos. Pasé el peso del cuerpo de una pierna a otra, nerviosa y un poco sonrojada. La puerta se abrió y el ayudante del señor Park , el señor Jeon, me recibió con su preciosa y perfecta sonrisa. El señor Jeon era un hombre guapísimo. Parecía el príncipe de un cuento de hadas: alto, fuerte y amable. Tenía un hermoso pelo color caoba y una barba corta y perfecta. Sus ojos eran de un azul polvoriento y suave que a veces se confundía con el gris. 

                          
—Hola, Lana —me saludó con su voz siempre tranquila y su agradable acento Japonés. 

                          
Sanna estaba colada por él e Jinny decía que su culo debería estar expuesto en un museo junto con el resto de obras de arte; aunque Rose sospechaba que el señor Jeon era homosexual porque no le había mirado al escote nunca, y Rose siempre llevaba ropa muy apretada y escotada. 

                          
—Ho... hola, señor Jeon —respondí cuando me di cuenta de que llevaba demasiado rato mirándole como una boba.

                          
Agaché un poco la cabeza, avergonzada y sonrojada, mientras estiraba los brazos para ofrecerle la bolsa con su desayuno y los cafés calientes. Él las cogió con unas manos grandes de dedos de pianista, alargados y de pulso firme. Había una extraña y agradable calma en la forma en la que el señor Jeon hacía las cosas y eso siempre me había hecho sentir más tranquila a su lado, aunque supiera que, como en ese momento, había cometido un error. 

El Asistente (Jikook)(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora