XXI-Sexo, Fama, dinero o amor.

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SEXO, FAMA, DINERO O AMOR*
                                   
                                         
Cuando me desperté, tenía el estómago revuelto, la cabeza embotada, la boca seca y unas increíbles ganas de morirme. La luz blanquecina y fría atravesaba la habitación como llamas que hacían arder mis ojos mientras Jimin roncaba cerca de mi oreja y pegaba su piel un poco sudada y pegajosa contra la mía. Puse el brazo sobre los ojos y cogí una gran bocanada de aire. Sin duda, aquel iba a ser un domingo de mierda con una resaca de campeonato.

                         
Conseguí dormir un poco más, moviéndome entre el sueño y la vigilia, hasta que Jimin se despertó entre arcadas y salió corriendo hacia el baño. Me quedé en la cama un poco más, oyendo como vomitaba a lo lejos, hasta que me levanté para ir a ver cómo se encontraba. Yo había echado la mayor parte del alcohol a media noche, pero él se había dormido y era su turno de sufrir las consecuencias de seis copas de whisky  bebidas en menos de hora y media. Le encontré de rodillas en el suelo, con las manos apretadas contra los bordes del retrete y con saliva goteando de sus labios mientras respiraba agitadamente. Me mojé las manos con agua y me puse a su lado para refrescarle la frente, el pelo y la nuca.

                         
—¿Cómo te encuentras? —le pregunté en voz baja.

                         
—Muy mal... —gruñó por lo bajo.

                         
Le ayudé en todo lo que pude, que no fue mucho. Esperé a que dejara de sufrir arcadas y le llevé a la ducha para darnos un baño de agua fresca mientras él mantenía las manos apoyadas contra la mampara de cristal y se concentraba en tomar largas y profundas respiraciones. Le sequé primero y después a mí, acompañándole de vuelta a la cama. Cerré la persiana automática y me eché a su lado para abrazarle y acariciarle el pecho hasta que volvió a quedarse dormido. La tercera vez que nos despertamos, todo fue un poco mejor; le di un beso de buenos días y nos quedamos en la cama un rato más antes de que se me ocurriera preguntarle:

                         
—¿Quieres ir a por un café y a tomar el aire? Creo que nos sentará bien.

                         
Jimin gruñó algo y me apretó un poco contra él, así que di por hecho que no le importaba. Le dejé disfrutar de un par de minutos más sin actividad hasta que me levanté y le llevé hacia el vestidor. El señor Park parecía de muy mal humor, con los ojos entrecerrados y los labios un poco fruncidos; pero se debía al malestar y no realmente al enfado, porque cuando salimos al aire fresco y húmedo de media tarde, tardó poco tiempo en recuperar su expresión seria de siempre. Nos tomamos un café y compartimos un donut glaseado en nuestro local de confianza, sentados en el sofá de cuero que había al final, cerca de una lámpara vintage y frente a las múltiples mesas repletas de personas con portátiles y cafés largos. Nosotros llevábamos nuestra «ropa de incógnito», así que no me privé de pegarme mucho a Jimin y pasar mi pierna sobre la suya mientras él me rodeaba los hombros y miraba distraídamente el local. Revisé los últimos mensajes del móvil, respondiendo a los más urgentes, entre ellos, un mensaje de Lana en el que le daba los buenos días al señor Park y le preguntaba si querría ir a «tomar algo calentito». Se lo enseñé a Jimin y no tardó ni un segundo en responder:

                         
—No.

                         
Así que traté de escribir algo que no sonara a excusa ni a rechazo. «¡Buenos días, Lana! Sí, hoy hace fresquito jajaja. Me encantaría poder ir a tomar un chocolate caliente contigo, pero por desgracia tendremos que dejarlo para otra ocasión. Nos acabamos de levantar después de una noche de trabajo. Tuvimos videoconferencias con una empresa china... ¡un horror! Jajaja. Espero que no te importe». Lo envíe y pasé al siguiente mensaje al número privado de Jimin. «¡Claro, cuantos más, mejor! (Risa) Te enviaré los detalles en cuanto me informen mejor, pero supongo que la cena será en el Belasso, como cada año. ¡Estoy deseando conocer a Lana! Supongo que vendréis los tres juntos, de no ser así, avísame y te iré a recoger en mi bici». Se me escapó una sonrisa al leer aquello último y respondí rápidamente. «El Belasso... qué lujo. Ya no estoy seguro de si la recaudación es para el hospital o para daros una buena cena y que la paguen los demás (Risa). Perfecto, infórmame con lo que sea. Y sí, iremos los tres juntos, por desgracia, ya que me hubiera encantado ir sentado en la cesta de tu bici con el casco puesto y mi traje de gala (Risa)».

El Asistente (Jikook)(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora