I-Le Meilleur Trophee

6.4K 663 253
                                    

LE MEILLEUR TROPHÉE*
                                   
                                         
—El Empire State es más grande —fue lo que dijo el señor Park cuando llegamos a la Torre Eiffel.

                         
Giré el rostro lentamente hacia él y arqueé las cejas, pero Jimin me miró de vuelta y se encogió de hombros.

                         
—Es más grande —repitió.

                         
—A mí me parece precioso... —dijo Lana a nuestro lado, con una boina negra de estilo francés en lo alto de la cabeza y un pañuelo rojo al cuello. Lo peor era que aquello no se la había comprado en París, sino que era algo que se había traído de casa. 

                         
—Poneros, os sacaré una foto —les dije, cogiendo el móvil del bolsillo.

                         
En un solo día no había muchas posibilidades de descubrir París de la forma que aquella ciudad se merecía ser descubierta; así que, por desgracia, estábamos haciendo la ruta turística más típica y anodina, visitando solo los lugares más famosos e importantes: el Arco del Triunfo, los Campos Elíseos, El Louvre, el Mouline Rouge, La Plaza de la Concordia, Notre Dame... todos los grandes clásicos donde poder hacerse fotos que el público americano pudiera identificar. Al menos a Lana le encantaba, pero yo me sentía como un aburrido turista del montón visitando en cadena los lugares que las guías me decían que debía visitar. Les sacaba una foto en cada uno y nos íbamos al siguiente, deteniéndonos tan solo para comer en algún restaurante llamativo o tomar un café en una de las famosas cafeterías parisinas con mesas en la calle.

                         
—A latte et un muffin, s'il vous plaît —dijo Lana con una gran sonrisa cuando llegó el camarero.

                         
Él sonrió mucho y respondió:

                         
—Un bel accent pour une belle femme.

                         
Lana perdió entonces parte de su seguridad y su sonrisa y buscó mis ojos.

                         
—¿No lo he dicho bien? —me preguntó, temiendo haber hecho el ridículo o algo al atreverse a pedirlo por sí misma.

                         
—Lo has dicho genial —le dije para tranquilizarla, alzando la cabeza hacia el camarero para terminar le pedido. Cuando se marchó le expliqué—: Dijo que tenías un acento tan bonito como tú.

                         
—Vaya, me ha salido competencia —se rio el señor Park, aunque aquello era algo que no podía importarle menos.

                         
Lana se sonrojó al instante y bajó la mirada a la mesa, pero sonrió un poco y se pasó la mano por el pelo para recolocarlo detrás de su oreja. 

                         
Al anochecer estábamos un poco exhaustos de andar y volvimos al hotel para descansar. Cenamos en el restaurante del Crillon, un salón barroco y maravilloso, repleto de elegancia y con los chefs más prestigiosos. Tras aquello dimos el día por concluido, sin embargo, cuando Lana desapareció por la puerta de su habitación con una sonrisa en los labios, agarré a Jimin de la muñeca y tiré un poco de él.

                         
—¿Estás cansado? —sonreí—. Quiero llevarte a un sitio.

                         
Él me miró con expresión seria y apartó la mano del picaporte de la puerta. Además de recorrer París de arriba abajo, el señor Park se había pasado el día en su papel del Soltero de Oro. Se le notaba un poco más cansado y exhausto de lo habitual, y, aun así, me señaló el pasillo con la cabeza y me siguió sin decir nada.

El Asistente (Jikook)(En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora