La propuesta

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—Eh, María, espera.

La castaña paró en seco su caminata y miró hacia atrás. Normalmente salía corriendo cuando acababa la hora del ensayo. En cuanto el reloj marcaba la hora, metía sus cosas en la bolsa de deporte y salía pitando. Le gustaba darse una ducha en casa, nunca en el vestuario, y después, tumbarse en el sofá, beber una cerveza y relajarse viendo alguna serie de Netflix. Otros días también le apetecía salir, claro. Pero pocas veces se quedaba después del ensayo, ella siempre prefería irse a casa, descansar, y luego si eso volver a verse con todos sus compañeros. Necesitaba un ratito a solas.

—¿Dónde vas tan rápida? —Chanel la alcanzó antes de que siguiera caminando.

—Eh, a ningún lado en realidad. —María se encogió de hombros y dijo la verdad, no iba a ninguna parte.

—Es que... —Comenzó Chanel. —Estaba pensando que... ¿Tienes algo que hacer? —María la miró con la ceja alzada, como esperando a que continuara.—Ahora, quiero decir.

—Pensaba ir a casa, ducharme, ponerme una serie de...

—¡Vale! —Chanel dio una palmada al aire, como victoriosa. —Te invito a una cerve. -María la miró confusa. —O bueno, vino, coca-cola... ¿agua? No sé qué bebes.

Chanel hablaba rapidísimo, como si le hubieran dado cuerda. En realidad, María no tenía muy claro si siempre hablaba así o estaba particularmente ansiosa esa tarde, ya que no se conocían demasiado.

Apenas llevaban unos meses de ensayos en el musical, y a pesar de que habían salido varias veces a tomar algo con otros compañeros, y de que se veían casi todas las tardes, lo cierto es que nunca había estado a solas con Chanel.

Chanel era la protagonista del musical, y eso implicaba que solía ser bastante inaccesible. Ella ensayaba otras escenas y se le exigía bastante más papel que a otros compañeros. Sin embargo, por lo poco que la conocía, María jamás habría pensado que se creyera más importante que los demás, de hecho, era bastante más humilde que muchos compañeros con papeles bastante menores.

María mentiría si dijera que no se había fijado en Chanel. Claro que se había fijado en ella, quería, deseaba, ansiaba ser como ella. Se la veía tan segura, tan dispuesta. Tenía muchísimas tablas, y eso se notaba. Cantaba, bailaba, actuaba y sonreía con una candidez impropia de estos tiempos. Además, era guapísima, aunque quizás no de la manera usual. Tenía la piel morenita, los ojos y el pelo oscuros y parecía muy poquita cosa, delgadita, estrechita, no demasiado alta. Tenía unos labios gruesos y unos pómulos marcados. Sin embargo, lo que la hacía más guapa no era el color de pelo ni de ojos, sino su sonrisa. Tenía una sonrisa que la hacía dulce y traviesa a la vez.

No podías dejar de mirarla.

Y precisamente esa candidez era la que hacía que cada palabra suya te embaucara, te engatusara. Por eso era tan buena protagonista, por eso no podías apartar tu vista de ella.

Y por eso María la miraba embobada mientras ella se trababa con sus propias palabras.

—Que seguro que tienes más cosas que hacer y lo entiendo, no quiero quitarte mucho tiempo, es que quería preguntarte una cosa que... —Chanel continuaba con su monólogo.—Que no es urgente eh, que puede esperar, pero tampoco demasiado. Pero es que necesito preguntártelo y lejos de aquí porque no quiero que...

—Chanel. —María la cortó, riendo un poco. —Que sí, vamos a tomar algo.

—¿De verdad? —Chanel sonrió, una sonrisa enorme. —¡Qué bien! ¡Vamos donde tú quieras!

—En realidad... Me da un poco igual, de verdad.

Lo cierto es que María estaba más intrigada por la pregunta de su compañera que por lo que fueran a tomar. Por eso y porque el resto de sus compañeros las miraban con una mirada inquisitiva, de quien sabe que están tramando algo.

—¿Vamos saliendo? —Preguntó a Chanel, y tiró sin pensarlo demasiado de su brazo, para sacarla fuera de la sala de ensayos.

—Vale, vale, ya lo tengo. —Chanel se quedó pensando, parada a la salida de la sala de ensayos, y miró a María con la sonrisa ladeada, como de quien tiene una idea no demasiado buena. —¿Es muy temprano para un mojito?

————

Lo cierto es que el plan de María un martes a las 21:30 no era beberse tres mojitos sin cenar. De hecho, no solía beber entre semana, si acaso alguna cerveza alguna noche en casa, o alguna quedada con los colegas, pero desde luego no solía cogerse un pedo a base de mojitos.

—¿Y haces esto mucho? —Preguntó María, riendo al ver cómo su acompañante estaba cada vez mas desinhibida.

—¿El qué? ¿Beber mojitos? —Chanel acompañó su risa. —Mi amor, soy cubana, ¡claro que lo hago a menudo!

María se reclinó en la silla, riendo con ella. A decir verdad, en el poco rato que llevaban juntas se había dado cuenta de que Chanel era una persona muy divertida. Tenía anécdotas de todo tipo y podía pasarse horas y horas contando la misma, pero nunca lo hacía de igual forma. Su forma de hablar, sus expresiones, la manera en la que fruncía el ceño cuando intentaba acordarse de algo y el alcohol de su mojito se lo impedía, la hacían magnética.

Tenía una manera de gesticular, de mover los labios, que hacía que no pudieras quitarle la vista de encima. Era tan expresiva, que solo mirando sus ojos podías saber en qué grado de sinceridad se encontraba.

—Me refería a venir aquí. —Continuó María. —Que si vienes mucho.

—Ah bueno. —Chanel también se acomodó en el sillón de mimbre. —Cuando me mudé a Madrid solía venir mucho por aquí porque me recordaba a mi casa. —Sonrió un poco melancólica y enseguida cambió el semblante. —¡No, no! No pienses que es porque en mi casa se beban muchos mojitos eh. Que también... —Carcajeó, y María con ella. —Sino porque, no sé, me recordaba un poco al ambiente en mi casa. El acento, la alegría... —Se encogió de hombros.—También me gustan los garitos de Malasaña eeeeh...

-Ya, ya, si ya he visto que eres muy post tú eh... —María dio un sorbo al mojito, sonriendo presumida.

—Ah, que me miras el insta... —Chanel sonrió, mordiéndose el labio antes de dar un sorbo de su pajita. —No sabía yo que me tenías tan controlada, María...

María se ruborizó. Cierto es que había estado stalkeando a Chanel en Instagram, pero como a todos sus compañeros. También, cierto es, que se había fijado en lo posturetas que era, pero lo cierto es que era más un interés de admiración que otra cosa.

—Bueno. —Cortó María.—Tú me has traído aquí para algo, además de para emborracharme, ¿no?

—Ay sí, mi amor. —Chanel hizo un gesto con la mano, como si acabara de caer en algo, y se sentó un poco más erguida.

De repente su semblante cambió, y su mirada pasó de estar algo achispada a estar lúcida como si acabara de levantarse. Se inclinó sobre la mesa, acercándose a la cara de María, y le habló en un tono un poco más bajo, como si lo que fuera a decir fuera un secreto de estado.

—Tengo que preguntarte una cosa. —María asintió, y la imitó, acercándose a ella, reclinándose encima de la mesa. —Pero antes... —Chanel carraspeó. —¿A ti te gusta Eurovisión?

AproximacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora