Cenas secretas

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—¿Tiene fiebre otra vez?

María asintió, preocupada y mordiéndose el labio. Raquel, a su lado, también se pasaba la mano por la cabeza, agobiada.

—Tía, espero que no sea Covid...

María negó enérgicamente.

—Que no, que no, Raquel, que se hizo la PCR y todo antes de venir, tía.

—Pero llevamos dos días, igual...

María volvió a negar con la cabeza y bajó la voz, vigilando la puerta del baño donde estaba Chanel.

—Yo creo que son nervios, estrés. —Susurró a la rubia.

—¿Sí? —María asintió. —Tiene que relajarse, está saliendo todo genial...

—Pero tiene mucha presión. —Aseguró María. —Y con lo que se viene encima...

—Ya. —Raquel chasqueó la lengua. —¿Y si hacéis escapada secreta hoy? —La miró. —Le vendría bien para relajarse.

María suspiró.

—¿Tú has visto toda la prensa que hay en la puerta?

—Tía, que algo podemos hacer, ya verás que sí.

—Además no sé si ella está para...

En ese momento, Chanel salió del baño, con la cara lavada y el pelo algo mojado, sonriendo débilmente. María se acercó despacio, levantando los brazos para abrazarla.

—Eh, amor.... —La abrazó y Chanel dejó caer su cabeza en el hombro de la castaña. —¿Cómo estás?

—Bien. —Sonrió cansada, cerrando los ojos. —Enseguida se me pasa, eh.

Raquel se acercó también, poniendo su mano en la frente de la morena, que seguía abrazada a María.

—Tía, estás ardiendo.

María la separó de su cuerpo e hizo lo mismo. En cuanto notó la temperatura de la chica, suspiró profundamente.

—Tiene que verte un médico.

Chanel negó rápidamente.

—Que no, me tomo un ibuprofeno y un zumo de naranja, y enseguida se me pasa. —Aseguró.

—Es el segundo día que te despiertas con fiebre, Chanel. —Recordó María.

—Deberías hacerte una prueba al menos... —Sugirió Raquel.

María asintió, comenzando a pensar que sí era una buena idea.

—Al menos para salir de dudas. —Añadió la castaña.

Chanel se sentó en la cama, cerrando los ojos. Le iba a explotar la cabeza y sentía que estaba un poco mareada. Estaba segura de que su dolencia no era Covid, ni siquiera una enfermedad que pudiera curarse con medicinas. Lo suyo era puro y duro estrés y necesitaba calmarse y confiar en que el trabajo ya estaba hecho.

Sin embargo, sentía una presión y un dolor de pecho que le paralizaban el cuerpo en cuanto se levantaba de la cama. Se sentía febril, débil, como si fuera a desmoronarse en cualquier momento, y en cuanto pensaba en todas las cosas que le habían dicho Eva y MEC, en la prensa, en el Festival... Empezaba a recorrerla un sudor frío que la hacía tiritar.

—Eh, eh... —María se sentó en la cama con ella, llevándola hacia sus brazos cuando la sintió temblar. —Amor, me estas preocupando. —Miró a Raquel. —Necesitamos una prueba Covid, y hay que decírselo a MEC.

Raquel asintió, tomando las riendas de la situación, y salió de la habitación.

En cuanto la rubia cerró la puerta, María se giró hacia Chanel, poniendo sus manos en sus mejillas.

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