Un viaje y una cena

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Convencer a Dani de que le diera la dirección de María no había sido tarea fácil, más que nada porque no sabía dónde vivía y no parecía estar dispuesto a hacer ningún esfuerzo por averiguarlo.

Chanel estaba al borde de la súplica cuando Edu paró el capítulo de DragRace y, agarrándola de la mano, la hizo entrar a la casa.

Chanel nunca había estado en casa de María. Parecía un piso de estudiantes que vivían perennemente en la semana del Orgullo, porque todo el salón estaba decorado con banderitas de colores, servilletas de colores y cojines de colores. Un póster de Jon Kortajarena decoraba la pared principal. Chanel hizo una mueca de desagrado que no parecieron percibir los dos chicos. Al lado del salón, una cocina pequeña y una puerta que daba a un pasillo largo.

—Yo sé que está feo, pero vamos a mirarle las cartas.

—¡Eh maricón, qué dices! —Dani le gritó, cerrando la puerta de la casa. —¡Que eso es husmear en su intimidad!

—Ay sí. —Edu puso los ojos en blanco. —Como si no lo hubiéramos hecho nunca, ¿verdad?

Dani apretó los labios, fastidiado y poco convencido, pero siguió a Edu hacia la habitación de María. Chanel se encontró de pronto en el salón, sin saber muy bien qué hacer.

—¡Chanel! —Edu la llamó. —¿Quieres la dirección o no la quieres?


Cuando llegó a la habitación, Edu rebuscaba los cajones de la mesilla de noche de María y Dani husmeaba en su armario. Chanel se permitió observar durante unos segundos la habitación. A pesar de ser una habitación de piso compartido, había conseguido darle su esencia. Tenía fotos pegadas por las paredes y una pequeña guirnalda de luces con forma de estrellitas a la altura del cabecero de la cama. Su nórdico era de tonos lilas y tenía un ramillete de flores secas en el escritorio, que estaba lleno de papeles. Chanel respiró hondo, y el olor del perfume de María penetró en sus fosas nasales. Definitivamente, reconocería esta habitación como la habitación de María si hubiera entrado en su casa sin saberlo.

—Rey, en el cajón de sus bragas no vas a encontrar la dirección de la casa de sus padres. —Le lanzó Edu a Dani, que rebuscaba entre las prendas.

—¿Tú has visto que bragas se gasta la niña?

Chanel enrojeció súbitamente al mirar de reojo la prenda que sostenía Dani entre las manos. Edu la pilló y rió un poco.

—Guarda eso que a la Chani le va a dar un paro cardiaco.

—Ay reina, pues el día que folléis...

—¡Dani! —Edu abrió los ojos con sorpresa y se acercó para darle un toque en el brazo. —¡Concéntrate en la búsqueda, coño!

Chanel intentaba hacer como que no había pasado nada, pero estaba demasiado obnubilada en todas las sensaciones que tenía alrededor. No era solo el olor de María y la ropa interior de María, eran también sus cosas, su cama, sus zapatillas de estar en casa a la entrada de la habitación... Sentía que había invadido su intimidad sin permiso, pero a la vez le gustaba esa sensación prohibida.

—¡Lo tengo! —Edu dio palmas, congratulándose.

Chanel y Dani se acercaron.

—¿Dónde? —Chanel se impacientó, mirando por encima del hombro del chico.

—Eh, eh. —Edu se llevó la carta al pecho, tapando el contenido. —Que es un extracto del banco, maricones, no podemos cotillear de más.

—Yo solo quiero la dirección, por favor... —Pidió Chanel.

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