Noches pausadas, mañanas frenéticas

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El día antes de la Gran Final, Chanel se despertó de madrugada abruptamente. Había tenido una pesadilla espantosa y se había despertado totalmente empapada en sudor frío. Sentada en la cama, totalmente a oscuras, cerró los ojos intentando tranquilizarse. Hacía calor en la habitación, pero no podía parar de tiritar. Movió ligeramente sus piernas, llevándolas hacia su pecho desnudo, intentando autoinflingirse algo de calor.

Con el leve movimiento en la cama, María despertó algo desorientada y abrió los ojos intentando acomodarse a la oscuridad de la estancia. Cuando fijó vista en la morena, se despertó de repente y se incorporó en la cama, sentándose y atrayendo a Chanel hasta sus brazos. Esta apoyó la cabeza en su pecho y se aferró a su cintura.

—Eh, amor, estás temblando... —Besó su cabeza despacio, Chanel tenía la piel fría y algo húmeda. —¿Qué pasa?

—Tuve una pesadilla. —Susurró.

María suspiró, besando su cabeza y acariciando su pelo despacio.

—¿Quieres contarme?

Chanel negó con la cabeza.

—No me acuerdo... Solo... Solo sé que me sentía sola, completamente sola, y tenía una sensación de vacío que... —Comenzó a respirar acelerada otra vez.

—Eh, tranquila...

María la meció entre sus brazos, apretándola contra su cuerpo y calmando su desasosiego. Estuvieron así varios minutos, hasta que la morena rompió el silencio, levantando la cara y mirando a María en la oscuridad.

—Siento haberte despertado...

—Shh... —María la hizo callar, acariciando sus mejillas y acercándola hasta su cara. —Si es para abrazarte así, no me importa. —Sonrió, dejando su frente apoyada contra la de la morena.

Chanel sonrió también y acercó sus labios a los suyos, dejando un beso corto.

—¿Estás mejor? —Chanel asintió. —¿Quieres una camiseta? —Ofreció la castaña, acariciando sus brazos. —Sigues estando helada...

Chanel negó con la cabeza.

—Me gusta estar así. —Sonrió un poco, volviendo a apoyar su cara en el pecho de María. —Tu cuerpo me da calor.

María se mordió el labio, aguantándose las ganas de apretar fuerte, muy fuerte, a la morena y comérsela a besos. Cogió las sábanas, arrugadas a los pies de la cama y se volvió a recostar en la cama, llevándose a Chanel consigo y tapándolas a ambas.

Acarició distraídamente su brazo, disfrutando de la paz que le provocaba tener a la morena así. Chanel había dejado de temblar y tenía los ojos cerrados y una expresión tranquila. María suspiró y acomodó un poco más las sábanas sobre ellas. Se encontraba medio adormilada pero a la vez no quería rendirse al sueño, quería disfrutar un poco más de la tregua que les daba la oscuridad, porque al amanecer, todo sería frenético.

—¿Alguna vez has sentido que hay cosas inevitables en la vida? —La voz rasgada de Chanel rompió el silencio de la habitación. Hablaba en susurros, con los ojos cerrados ante las caricias de María.

—¿A qué te refieres?

Chanel se acomodó un poco más sobre su pecho, suspirando.

—A que hay cosas que iban a pasar de todas formas, que aunque hubieras tomado una decisión diferente en un momento de tu vida, iba a pasar de todas formas.

María lo sopesó unos segundos.

—No sé. —Tomó aire profundamente. —Creo que las cosas pasan porque tienen que pasar, soy más de esa filosofía.

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