Asuntos pendientes II

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María subió a la habitación que compartía con Raquel aguantándose las lágrimas. Se sentía completamente estúpida por haber pensado que Chanel querría tener algo con ella en serio. Estaba claro que a la morena le gustaba gustar, y que probablemente tuviera un cariño especial con ella, pero no iba a pasar de ahí, y cuanto antes lo asumiera, mejor.

María se mentiría a sí misma si dijera que había dejado a su ex solo porque no se sentía bien con ella. Por supuesto, era la causa principal, no quería perder el tiempo ni hacérselo perder a ella, pero negar que Chanel había tenido algo que ver en su decisión era estúpido. Y en ese sentido, y a pesar de lo que pudiera parecer, María era muy pragmática. Le gustaban las cosas directas y claras, no quería enredarse en falsas promesas ni medias tintas.

Por eso estaba tan molesta con Chanel, porque no entendía que ayer estuvieran besándose contra la pared del baño, esta mañana hubiera amanecido abrazada a ella, y ahora hubiera dicho delante de todos que no le pondría los cuernos a Bastián con ella.

Cuando esa afirmación ya era una mentira en sí.


Suspiró al salir del ascensor, con el nudo de la garganta presionándole hasta el alma, y cuando levantó la vista encontró a la morena sentada al lado de la puerta de la habitación.

—María... —Se levantó. Había estado llorando y se le notaba.

—Chanel, no tengo ganas de seguir hablando, de verdad. —Dijo cansada, acercándose a la puerta. —Déjame pasar a la habitación, vamos a hacer como que no ha pasado nada, ¿vale?

—No puedo hacer eso. —La morena la agarró del brazo, con lágrimas en los ojos. —Déjame explicártelo, por favor...

María volvió a suspirar, agotada, y abriendo la puerta de la habitación la dejó pasar. Chanel no esperó ni a que se diera la vuelta después de cerrar la puerta, directamente comenzó a hablar, atropellada, como aquella primera vez que tomaron un mojito y le propuso formar parte de toda esta locura.

—María, esta mañana no he podido decírtelo porque...

—Chanel, quiero dejarlo.

—¿Qué? —Chanel abrió los ojos como platos.— ¿Qué?

María asintió.

—Voy a dejarlo. Actuaré esta noche porque no os voy a dejar tirados, pero después tendrás que buscarte otra bailarina.

—No. —La voz de la morena comenzó a temblar. —No, por favor, no, María, por favor, tú no... —Se acercó a ella y la cogió de las manos. —María, por favor, no me hagas esto...

—Siento joderte el espectáculo, sé que es lo más importante para ti. —Le lanzó una sonrisa un poco amarga. —Pero es que tengo que pensar en mí, exactamente como haces tú.

Chanel comenzó a llorar, llevando las manos a su pelo y negando con la cabeza.

—María, por favor...

—Me dueles, Chanel. —Le dijo, mirándola directamente a los ojos, llenos de lágrimas. —Me dueles y me duelen las cosas que haces y que dices, y no puedo soportarlo más. —María comenzó a llorar. —Yo no soy así, yo soy una profesional y soy una persona muy segura de lo que hago, y esto —señaló su pecho— esto que siento aquí no me gusta. No quiero sentirme así.

Chanel comenzó entonces a llorar sin control. Empezó a hipar y no fue capaz ni de pronunciar una frase completa sin abrir la boca para respirar bien.

—María, no... Perdóname... No es lo que piensas... de verdad que no...

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