Gabinete de crisis

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—¿Ummm?

—Sigue durmiendo un poco, todavía es temprano.

María volvió a apoyar la cabeza en la almohada y cerró los ojos de nuevo. Estaba cansadísima y empezaba a notar un ligero dolor de cabeza, y eso que anoche no había bebido apenas...

—¿Qué hora es? —Preguntó somnolienta, sin abrir los ojos.

—Las nueve.

María se incorporó otra vez un poco, estirando los brazos y desperezándose.

—¿Qué haces tan despierta?

—María y Eva querían terminar de cerrar unas cosas conmigo. —Chanel se paseaba por la habitación muy despierta, casi ansiosa, yendo de un lado para otro y metiendo cosas en su bolso.

María se terminó de desperezar y se sentó en la cama, aún tapada con el nórdico. Se rascó la cabeza bostezando y se quedó un poco embobada mirando como Chanel terminaba de arreglarse. Hablaba sola, recitando mentalmente una lista de cosas que tenía que hacer, con un calcetín puesto y otro no.

—Gracias por dejar que me quedara anoche.

Chanel paró su búsqueda visual del calcetín y la miró, sonriendo.

—A decir verdad fue una excusa estupenda para dormir contigo. —Le dijo, guiñándole un ojo.

—Raquel podría haber puesto una corbata en la puerta, un pañuelo, algo. —Suspiró la castaña. —No tendría que haber visto muchas cosas que vi.

—Oh sí, seguro que fue un trauma para ti. —Dijo irónica Chanel.

—Me habría gustado que no fuera en mi cama, la verdad.


Chanel apretó los labios, conteniendo la risa, pero al mirar a María y ver que también estaba aguantándose al carcajada, terminó por ceder. Se acercó a ella y abrió sus brazos, dejando que María se acomodara y la abrazara, con su cara pegada a su pecho.

—Oye. —Chanel la separó y la cogió de las mejillas, mirándola. —Voy a decirle a Eva y María lo de los coros, ¿qué te parece?

—¿Estás segura? —María parecía dudar —No sé si les va a gustar la idea, y tampoco sé si puedo hacerlo...

—Amor, es lo que tú sabes hacer. Cantas en musicales y cantas muy, muy bien. —Le sonrió. —Pero si no estás segura, podemos buscar otra solución, ¿vale?

—Supongo que podemos probar, ¿no?

—Claro. —Chanel sonrió más ampliamente. —Me voy que no llego, ¿bajas luego?

—Sí, iba a esperar al resto, pero no tengo muy claro que vayan a levantarse tan temprano... —María agarró el móvil de la mesilla, comprobando sus WhatsApps.

Chanel suspiró, quería acercarse de nuevo y besarla, pero el deseo y el desenfreno de la noche anterior habían pasado a un segundo plano cuando había visto a María dormida abrazada a su cintura, y temía que la castaña se estuviera haciendo un hueco aún más grande en su corazón, un hueco que ya no pudiera ocupar nadie más. Y tenía que poner todas las cosas en su sitio antes de decirle a María que no quería que se fuera de ahí jamás.

—Me... voy, ¿vale?

María asintió sin mirarla, pero justo cuando Chanel ya estaba por tomar el pomo de la puerta, la castaña se levantó corriendo de la cama, descalza y vestida únicamente con una camiseta que le había prestado la morena y la ropa interior, y la abrazó apretando sus brazos alrededor de su espalda.


Chanel suspiró, besando su sien, y cuando iba a separarla para atreverse a dejar un beso corto en sus labios, la puerta, a dos centímetros de ellas, pareció retumbar.

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