Migas y bailes

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—Shhhh.

María agarró la mano de Chanel, haciendo un gesto con el dedo sobre sus labios para que no hablara. Habían tardado casi veinte minutos en llegar a casa de los padres de María, que vivían en las afueras de Sevilla, y la castaña había aparcado la moto en la calle para no despertar a sus padres al meterla en el garaje.

—Joder, normal que pusieras la dirección de casa de tus abuelos en el banco... No sé cómo llega el correo hasta aquí. —Dijo Chanel, susurrando.

—Exagerada.

María la guió por el patio, hasta llegar al porche de la casa, y sacó las llaves del bolso.

—Abro y esperas a que cierre la puerta, ¿vale? —Susurró.

Chanel asintió, hablando también en susurros.

—María, me da muchísimo palo, que no le has dicho nada a tus padres...

La castaña hizo un gesto de despreocupación con la mano.

—Que no pasa nada. —Afirmó. —Si a ellos les da igual, no les he dicho nada porque estarán dormidos... —Dijo abriendo la puerta.

La puerta chirrió un poco por la lentitud al abrirse, y María chasqueó un poco la lengua con fastidio.

—¿María?

La castaña bufó.

—Hola...

María hizo que Chanel pasara y terminó de cerrar la puerta, ya sin ser silenciosa, total, sus padres estaban despiertos. Miró la lucecita del salón, encendida, y supuso que estarían viendo la televisión. Dejó las llaves en el bol de la entrada y le hizo un gesto a Chanel para que la siguiera.

—No, no. —Chanel negó, susurrando, y la miró con pánico. —Me muero de vergüenza, María.

—¿Qué haces, nena? —Su madre asomó la cabeza un poco y las vio en el umbral de la puerta. —¡Ay, Antonio, levántate que tenemos visita! —Dijo, dándole una palmada a su marido, que dormitaba en el sofá.

María tiró de la mano de Chanel y entraron en el salón. La madre de María ya estaba incorporada en el sofá, y su padre intentaba abrir los ojos sin éxito.

—¿Qué hacéis? —Preguntó María.

—Que está el Bertín Osborne con el Juan y Medio, pero tu padre se ha quedao dormido. —Lo miró, poniendo los ojos en blanco. —Hola, guapa. —Dijo sonriéndole a Chanel. —¿Eres la Chanel, no?

—Sí... —La morena sonrió forzada, estaba totalmente cohibida, sentía que había entrado en la intimidad de la familia como un elefante en una tienda de cristales.

—Ay niña, no tengas vergüenza, eh. —Dijo, levantándose y dándole dos besos. —Yo soy Merche.

Le sonrió y le dio un beso a María en la mejilla.

—Ay nena, tienes la cara helá eh. —Le dijo acariciando la mejilla de María.

—La moto, hacía un poco de fresco.

—La moto, la moto... —Negó con la cabeza. —Qué poco me gusta. —Miró a Chanel. —Ay mira hija, perdónanos, que estoy así con una pinta que...

—No, por favor, perdón yo, que he venido así sin avisar y...

—Y mi marido que se ha quedao tronchao. —Lo miró. —Mañana os saludáis hija, porque este cuando dice de dormirse...

María rió un poco, quitándose la chaqueta y colocándose el pelo.

—¿Tenéis hambre? ¿Has cenao reina? —Miró a Chanel. —Tengo boqueroncitos guardados y carne en salsa que...

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