Capitulo 27

196 8 1
                                    

Sofía:

Mierda, moriría ahí.

Jay crecería sin mi, no podría casarme, no volvería a ver a mis amigos y familia, y lo peor era que no solo yo moriría, sino también el bebe dentro de mi.

Y lo peor es que lo haría desangrándome. En cualquier momento me desmayaría por la ausencia de sangre, mi cabeza palpitaba y todo era muy borroso.

Moriría en una maldita bodega.

Ax se dio vuelta y se acercó a mi, tomo mi mentón y los alzo para poder verme, el sabía que me desmayaría.

Sentí como me desataban las muñecas, pero no podía hacer nada, estaba muy mal, no podía ni mantenerme en la silla.

Alguien me levanto y me alejo de ahí.

Todo fue borroso a partir de ahí.

Vi a un hombre vestido de blanco revisándome, probablemente un doctor. Sentí un ardor en mi pierna, me echaron alcohol a parecer para después limpiar la herida y vendarla.

Hicieron los mismo con mi rostro algo hinchado por los golpes, definitivamente sentía el ardor del líquido transparente.

El doctor repetía mi nombre constantemente diciendo que no me durmiera y me esforzara por seguir despierta, claro que su voz se volvía un eco para mi.

Sentí algo en mi nariz, un olor muy fuerte, lo cual despertó mis sentidos, poco a poco fui recobrando la conciencia.

Claro que el dolor seguía ahí y se había intensificado, no podía moverme, si lo hacía mis músculos gritaban de dolor.

—No se mueva, la herida de su pierna es muy profunda y no puede caminar—dijo el doctor guardando sus cosas.

No podía hablar, me dolía hasta el cabello.

No moriría ahora, pero seguro Ax no me dejaría viva mucho tiempo.

Tal vez si yo moría dejaría a Jay en paz...

—Por ahora no podrá moverse ni hacer esfuerzos, y mucho menos caminar ya que la herida está delicada y ejercer presión la empeoraría.

Yo asentí ligeramente con la cabeza.

—Perdió demasiada sangre, el señor Ax me dijo que usted estaba embarazada por lo cual esto es muy riesgoso para usted y el feto, le recomendé al señor llamar a un especialista para verla ya que podría tener un aborto o moriría el feto dentro de usted por la ausencia de sangre.

Mierda. Mierda. Mierda.

Quería echarme a llorar, pero no tenía fuerzas ni para eso.

—La dejaré descansar—salió de la habitación.

Ahí pude empezar a sufrir en silencio, si yo perdía mi vida, también lo haría la personita formándose dentro de mi.

Y si esa personita se moría una parte de mi también lo haría.

No la conocía. No sabía su nombre. Pero la amaba, la amaba porque sabía que lo haría cuando estuviese en mis brazos, cáusanos escuchara su risita.

Intenté incorporarme, con todo el dolor de mi alma y con la ayuda de Dios logré levantarme.

La venda que antes era blanca se tornó roja, si ejercía presión en esa pierna me volvería a desangrar. Trataba de no poner todo mi peso en ella, así que trataba de caminar con la otra.

Mi buen amor || Naim DarrechiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora