30 - ¿Cómo invitar a salir a tu dentista?

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26/05/2022 - Contexto: AU

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Cuando no pude retrasar más el hecho que tenía que ir a ponerle solución al molesto dolor de muela, no investigué mucho al respecto, solo escogí el lugar más cercano a la oficina y que atendiera hasta altas horas de la noche.

Cuando llegué no le tomé importancia a la conversación cordial y obligatoria, solo me recosté en la clásica silla con brazos y focos, me dejé proteger con papeles y plásticos, y solo respondí las preguntas sobre mi molesta con el menor número de palabras.

Estaba cansado, luego de un turno anormal de 15 horas y tan solo quería llegar a casa, tomar un trago de vodka y dormir, para despertarme en unas pocas horas y reiniciar mi rutina, esperando que al menos el dolor de muela se haya ido.

Abrí la boca para que la tortura empiece. Nunca he había gustado tener que ir al dentista, por eso lo retrasaba hasta el punto de lo inevitable, pero eso en algún punto tenía que cambiar.

¿Saben que la cercanía que se tiene con un dentista es sumamente extrema? nunca lo había notado... hasta que vi sus ojos.

Me quedé observando sus colores fijamente, que seguro en otras circunstancias, en las que él no haya tenido que estar viendo mis dientes, se hubiese sentido incómodo.

Deseé repentinamente haber limpiado bien mi boca ¿olería a cigarrillo? seguro que sí, ¿debería dejar de fumar? creo que es el momento adecuado si me lo llegan a preguntar.

Marrón y verde... no sabía que combinaban de tan maravillosa forma. Me habló unas cuantas veces, y agradecí no poder responder, de seguro se me notaría en la voz.

El intercambio de miradas empezó, seguro se había fijado mi mala educación al no querer romper contacto visual, no con esos ojos, no con sus ojos.

¿Esas eran pecas? tuve que tragar saliva al notarlas, cosa que hizo que me riña por no dejarlo trabajar. Viktor compórtate, me dije, pero no sirvió, ahora mis ojos estaban atados a sus pecas, bajo esos hermosos ojos.

Quería preguntarle muchas cosas y al mismo tiempo no. Jamás hablo con nadie fuera del trabajo ¿Qué coño me estaba pasando?

Cuando me preguntó si podía poner música le dije que sí... bueno, dije una "ajam" con la boca abierta, joder... me moría de vergüenza, pero tal vez la música me relajaba, o me hacía olvidar como en uno de sus ojos el verde tenía una forma de ola de mar que te invitaba a ahogarte.

La música no fue buena idea, la melodía lenta y rítmica del blues llenó el ambiente. ¡¿Cómo es que tiene tan buenos gustos musicales?! eso era peor, al menos para mi.

Se puso a canturrear mientras seguía trabajando y si era posible la melodía mejoró, al menos en mis oídos. "¿Te gusta el blues?" preguntó y solo me quedó decir un "ejem" afirmativo.

Sonrió, sonrió y casi pude sentir como si me hubiese puesto algún tipo de anestesia. Estaba en las nubes y nuevamente anclé en sus ojos, esos enmarcados en sus cejas casi perfectamente depiladas y ¿Eso era maquillaje?

Cada minuto que pasaba un detalle más llenaba mi alma, y poco a poco noté como su mirada se posaba en la mía, más seguido, más tangible. ¿Pensará que mis ojos son al menos algo atrayentes? ¡Viktor! ¡Reacciona!

Jamás me importó ser físicamente atractivo para nadie... hasta ahora... hasta él.

¿Cómo se llama? ¿De dónde es? ¿Cuántos años tiene? ¿Dónde estudió de niño? ¿A qué le tiene miedo? ¿Qué es lo que más ama hacer? ¿Tiene pareja?

Muchas preguntas sin respuesta, preguntas que jamás me interesé hacer a nadie. Tan solo faltó una visita al dentista, que odiaba, si odiaba, para querer mantenerme atado a su mirada, horas y más, una vida entera.

— Eso es todo, puede ponerse de pie.

Mi cuerpo reaccionó automáticamente, ni me había fijado del dolor ni sentí molestia. Sumado a todo, tenía unas manos milagrosas, si aún necesita ser más... no para mi.

Pagué, premeditadamente a crédito, "Mira mi nombre, mi apellido, mira donde vivo, mi edad, mi tipo de sangre, mi vida" pensé, mientras ingresaba los datos y cobraba el servicio.

— Muchas gracias por venir, que tenga buenos días.

Claro, pensé, son las 2 de las mañanas, solo un demente está a estas horas en el dentista. Un "¿Ya sales de trabajar?" se me quedó trabado en la garganta.

Nos acercamos a la puerta y mi tiempo con él se extinguía, tenía que hacer algo.

— ¿Mañana atiendes a la misma hora?

Con seguridad se escuchó eso patético.

— Claro, todas las noches, menos los domingos, es mi día libre.

Sonrió, me miró a los ojos y sonrió más.

— ¿Tu nombre?

— Horacio...

Sonreí, le sonreí a él, completamente irreal e increíble.

No pude decir más, salí del local y caminé al auto, pensando en que debería empezar a comer más dulces, a ser más descuidado con mi higiene bucal, las excusas para verlo no iban a durar para siempre.

O, podría pedirle vernos el domingo... pero... nunca había hecho algo así, jamás quise socializar más con un completo extraño... pero... siempre hay una primera vez para todo, o eso dicen.

Tendría que investigar... "¿Cómo invitar a salir a tu dentista?" 

OjaláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora