8 - Su voz

450 22 5
                                    

13/01/22 - AU

---------------------

Al pasar de prisa por los pasillos, Volkov nunca imaginó encontrar una razón para detener su camino al aula de taller de ajedrez. Usualmente esos pasillos estaban llenos de gente que optaba por tomar cursos adicionales a sus clases, y por esa misma razón los espacios eran acompañados por risas suaves y conversaciones amenas.

Por eso se sorprendió al distinguir una melodía de ensueño saliendo de una de las aulas, sin poder evitarlo sus pies se movieron solos y se asomó por la pequeña ventanilla de la puerta.

Él no sabría distinguir si era un sueño, pero su voz era hermosa, no particularmente profesional o experta, pero la tonalidad en que cantaba parecía haber sido creada solo para sus oídos.

Siguió asomado, suponiendo ya que sería el aula de canto, y se atrevió a inspeccionar al dueño de esas melodías. De estatura y contextura promedio, tez oscura, ropa de colores llamativos, y una peculiar cresta como peinado, que con gracia caía hacia un lado de su rostro.

En ese momento descubrió, que eso en lo que nunca había creído, si era verdad, porque con solo escucharlo y ver como sus gestos delicados expresaban apasionados la letra de la canción, se había enamorado a primera vista.

─ Hey, que llegas tarde Volkov.

Un compañero había salido de una de las aulas que se encontraban alejadas para buscarlo. Volviendo en sí asintió y antes de irse revisó rápidamente el horario, tenía suerte, sus talleres terminaban a la misma hora.

Ya en su clase, no pudo evitar pensar todo el tiempo, "¿Dónde había estado todo ese tiempo? ¿Cómo no lo conocía?" y dejó que esos pensamientos le quitaran la concentración perdiendo todas las partidas de ajedrez que tuvo.

Siendo la hora indicada, salió casi corriendo del aula, dejó a sus amigos pasmados por su inusual agitación, pero no le importó. Llegó a la puerta y observó cómo algunas personas salían de ella animadamente hablando y riendo, pero solo le importaba él.

Rompió su timidez y sin pensarlo más se acercó a ellos, trastabillando con sus propios pies y tratando de lucir relajado sin lograrlo.

─ Hola... ─ dijo a su espalda, el joven volteó a verlo levantando un poco la vista y pudo ver en sus ojos de un peculiar color, algo de asombro y curiosidad.

─ ¿Hola? ¿Te conozco? y si no te conozco... ─ empezó a hablar rápidamente ─ ¿Dónde estabas todo este tiempo? digo... te debe ser difícil ocultarte, ya que eres super alto, pero... ¿por qué no te conocía?

─ Eso mismo me he preguntado yo ─ pudo ver como el resto de gente se alejaba dejándolos solos en el pasillo, y como sus ávidos ojos pasaban por su figura sin vergüenza, eso hizo que se cohibiera un poco, pero decidido a conocerlo, no dejó que eso sea un impedimento, ni su acelerada personalidad ─ me llamo Viktor.

─ Yo me llamo Horacio ─ el moreno estiró la mano ofreciéndosela y el con gusto la recibió tomándola con cuidado ─ Periodismo, ¿tu?

─ Arquitectura.

─ Pues bien, Viktor de arquitectura... ¿te parece si vamos a la cafetería? se que me debería bastar con tu presencia, pero se me antoja algo dulce.

Horacio se dio la vuelta y él lo siguió, como si fuese lo más natural del mundo. Viendo como caminaba delante de él, con total confianza y desenvoltura, pensó en su descarado coqueteo, imaginó que era parte de su personalidad, pero por un lado deseo que solo sea hacia su persona.

Luego de una amena conversación, en esa sencilla cafetería universitaria, descubrió con gusto que Horacio era por completo diferente a él, lo que lo hizo más atractivo como si eso hiciera falta.

Él en ningún momento insinuó su interés particular por Horacio, pero parecía que no era necesario, que el moreno lo leía en sus ojos, y eso no le disgustaba para nada. En cambio Horacio, con sus coqueteos e insinuaciones demostraba lo que él no podía decir con palabras, que le gustaba, que le parecía hermoso, y que si a partir de ese momento compartían muchas horas y actividades juntos sería más que feliz y estaría por completo agradecido.

Y así ocurrió, de la forma más natural del mundo, como dos jóvenes se conocieron, y luego poco a poco se pertenecieron, como si el destino hubiese estado esperando ese pequeño pero trascendental encuentro. 

OjaláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora