25 - Mi paz

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29/04/22 - Contexto: London, un día antes del cumpleaños de Horacio

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Volkov suspiró antes de salir del patrulla, pensar tan solo en verlo le llenaba el alma de calma. Se le ocurrió hacerle una broma sincera, jugar un poco con él, ya que siempre sentía que podía divertirse a su lado. Ya fuera Horacio se rio sin alterarse y él por dentro sonrió también al escuchar su risa, y sintió cómo sus músculos empezaban a relajarse luego del día tan ajetreado y estresante que tuvo.

Pensó por un segundo no quitarle las esposas y seguirle el juego, pero realmente estaba cansado y solo quería tener un momento para conversar con él y recargarse de energía como siempre lo hacía por su lado.

Respondió sus preguntas sobre su día y no pudo evitar contarle todo lo que había pasado, del estrés y la carga laboral que había tenido pero al contárselo lo sintió menos pesado, como si realmente no hubiese pasado, como si no tuviese importancia ya. Sintió cómo se liberaba del peso con cada palabra que le decía y que Horacio atentamente escuchaba.

Cuando pregunto sobre los avances o información que había podido recopilar un nudo se le formó en el estómago, no quería decirle cosas malas, no hoy, no en ese momento, no antes de ese día importante para él y para Horacio. Así que evito darle malas noticias y esquivó el tema dejándolo para después.

Se sorprendió cuando Horacio dio a entender que se olvidaría del día siguiente, pero no podía olvidarse de su cumpleaños, no ahora que estaban juntos de cierta manera extraña.

No ahora que compartían la confianza y la sinceridad ante todo, y más que nada cuando compartían sus vidas de cierto modo. No podía dejar pasar ese día sin más, ya que era especial y quería compartirlo con él... su primer cumpleaños juntos, e internamente esperaba que fuese el primero de muchos.

Había preparado algo para él, quería hacerlo sentir especial, quería que por un día se olvidara de todos los problemas, de porque fueron ahí, y lo que estaban buscando, solo compartir tranquilos el día y pasar cosas bonitas a su lado.

Era lo mínimo que podía hacer para compensar la tanta devoción, tanta tranquilidad que le transmitía, tanta paz que siempre sentía a su lado, y todo lo que le demostraba sin pedirle absolutamente nada a cambio. Realmente le había hecho cambiar, y no se quejaba, ya que con Horacio era una mejor persona en todos los sentidos.

El cambio de sensaciones que había sentido, tan rápido pasar del estrés y la tensión tan solo verlo, lo confirmaba, ya que siempre Horacio iba a ser su lugar seguro, su paz.

Decirle lo de Carlo le costó, pero sabía que esa noticia no iba a tener tanto efecto negativo en Horacio, ya que mentalmente era fuerte y lo sabía, pero darle peores noticias... dudaba si fuera lo mejor, así que es tan solo le contó lo necesario y ya habría un momento para poder sentarse y hablar tranquilamente sobre cosas más personales o temas que afectaran más a Horacio o ambos.

Luego de reunirse con el comisario, se dio cuenta que pronto serían las 12, pronto sería su cumpleaños, ese primer cumpleaños juntos. No pensó que les tocaría manejar una patrulla, en Londres, pero así fue, así lo quiso el destino, y a pesar de eso, sintió nuevamente esa calma de estar a su lado y por fin compartir ese día con él. Haría lo posible para que no se sintiera solo ni abandonado en una ciudad extraña, que se sintiera acompañado y darle tal vez esa sensación de hogar, esa que sentía con él a diario.

Por primera vez en muchos años, o tal vez en toda su vida, sintió la necesidad de dejar de trabajar, dejar de cumplir con sus responsabilidades y pasar tiempo con él, no porque fuese su cumpleaños, sino porque hace días no podía estar tranquilamente sentado mirándolo, hablando, sintiendo eso tan extraño y bonito a su lado, así que se alejó de él tan solo unos momentos para poder por fin salir de servicio y regresar corriendo, poder compartir todo ese día, las horas que pudiera dedicarle, el tiempo que quisiera, poder entregarle esa sorpresa que había preparado con tanta ilusión esperando que le guste y lo disfrute.

Así que de regreso, de civil, por fin le hizo ponerse de pie y lo envolvió en un abrazo, se llenó de su calidez dándose cuenta que era egoísta, pensar que iba a disfrutar y aprovechar un cumpleaños ajeno más que el suyo propio, ya que poder estar a su lado era lo mejor que le podía pasar.

Separándose un poco de él pero sin soltarlo completamente, lo miró a los ojos, esos bicolores que había aprendido a apreciar y con una sonrisa le dijo "Feliz cumpleaños Horacio".

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