8 - La única en mi cielo

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01/05/23 Contexto: Luego del cumpleaños de H v3

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Un décimo suspiro se escucha en la habitación, y un hombre ya algo preocupado sale del cuarto de baño con el cabello húmedo y solo con la parte de abajo de la ropa de dormir. Su novio, que hace un día cambió los tonos verdes de su cabello por los rojos, se encuentra semi recostado en la cama, sosteniendo la cadena en el aire y acomodando la estrella en el cielo oscuro que tiene de fondo.

— ¿Ache?

— Umm.

— ¿Sucede algo?

— No nada —el joven, porque aunque le cueste aceptarlo, es más joven que él, le contesta algo distraído.

Se recuesta por su espalda tratando de ver en qué parte del cielo quiere ubicar la estrella de plata, pero se pierde entre ver sus dedos, sus pecas o sus pestañas. Un nuevo suspiro lo despierta.

— Anda dime.

Horacio envuelve la cadena y la estrella en su mano y se da la vuelta para mirarle a los ojos, pero luego baja la vista evitándolo.

— Me gusta mucho mi regalo.

— Vale. Pero no es para que lo tengas guardado, quiero que lo uses.

— Está bien...

— Hay algo más —prefiere no tocarlo, no distraerlo, hasta que termine de hablar y explicarle que le preocupa.

— Me gusta mucho mi regalo, y lo de la estrella, y se que eres bobo, y te gusta hacer tus bromas de que no te acuerdas en todo el día —una leve sonrisa se le escapa— y luego me haces ese detalle, y me llevas a cenar y todo eso, y eres super romántico y me encanta.

— Aja, ¿pero?

— Yo e spa tra cs —Horacio habla tan bajo que le cuesta mucho escucharle.

— ¿Ah?

— Yo... esperaba algo más.

Su novio cierra los ojos y esconde el rostro en su pecho, él sonríe enternecido, al fin se anima a tocarlo y acaricia su costado descubierto al estar igual que él, sin usar la parte superior de la ropa de dormir, Horacio no se mueve. Busca su mano y con cariño la abre, saca la cadena y el dije de estrella y con cariño y sin oposición se las pone. Vuelve a acariciarlo y bajando hasta la altura de su rostro busca su mirada, pero sin obligarlo a devolvérsela.

— Sabía que de algo así se trataba —pasa delicadamente un dedo por su mejilla— pero no lo hice por varias razones, y seguro que tú también las sabes —puede ver que su novio entreabre un poco los ojos—. Quiero que sea un día especialmente único, que recordemos solo por eso.

— Bueno, tiene sentido...

— Y sé que estás esperando que lo pida yo.

— ¿Ah? ¿Cómo lo sabes? —en ese momento fue que Horacio levanta el rostro por completo y él no puede evitar la risa.

— Por que te conozco —ahora pasa más dedos por su mejilla aprovechando el espacio descubierto— y se que le quieres dar más emoción a las cosas, y si tú me lo preguntas así sea tomando el desayuno de todas las mañanas o me pones un anillo sobre una pila de informes, yo te diré que sí sin dudarlo.

— Serás perro —Horacio hace un gesto entre frustrado y enternecido.

— En cambio tú —pone una mano en su cintura y la estruja levemente acercando su cuerpo, para mirarlo firmemente a los ojos— eres capaz de decirme que no a la primera con tal de darle emoción al asunto.

Su novio le sonríe de manera pícara dándole la razón.

— Pero de seguro correría a buscarte por toda la ciudad para retractarme luego de una hora .

— Ya... eso lo haría emocionante —Horacio ríe por esa respuesta.

— O tal vez solo te diga que sí y ya —murmura bajito.

— Pero no me importa, llegará el día, y yo lucharé por eso hasta que me digas que sí, porque no todos tienen el honor de retener a una estrella en sus manos —Horacio suspira nuevamente esa noche— y tú llegaste a iluminar mi oscuro cielo y le demostraste que solo hacía falta el brillo de una única estrella para iluminarlo, tu único y particular brillo, el único que necesito y necesitaré para siempre.

— Joder Viktor, si me lo pides ahora digo que si, te lo juro por Dios —Horacio pega su frente a la su novio —no correré a ningún lado.

— No no, ahora no, ya te lo dije, será especial.

— Entonces yo.

— Que no hombre.

— Solo por que no quieres —ambos se rieron mirándose a los ojos—. ¿De verdad no me dejas?

Le mira a esos bicolores que siempre le enamoraban, se ve tentado a responder que sí, pero combate contra sí mismo, con hacer realidad uno más de sus sueños, esos que aparecieron únicamente desde que esa persona en sus brazos llegó a vida.

— Déjamelo a mí, llegará el día mi estrella.

Horacio se precipitó a brazos y a sus labios, lo envolvió con todo su cuerpo, él lo recibió con completa devoción y ternura, y esa vez fueron los suspiros de ambos los que llenaron la habitación.

OjaláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora