Capítulo 9. La curandera

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SIENNA

Cuando llegué a casa, mi madre estaba radiante.

- Selene me ha dicho que hoy hiciste una pequeña visita a la Casa de la Manada para ver a alguien especial.

Sí, era especial, desde luego. Especialmente repulsivo. Si supiera lo arrogante que era Aiden...

- No deberías creerte todo lo que te dice Selene — respondí mientras huía a mi habitación, pero no fui lo suficientemente rápida.

- ¿Qué tienes en el cuello? — dijo mi madre.

Mierda, me había olvidado completamente de cubrirla antes de llegar a

casa.

- Yo... eh...

- Oh, vamos, cariño. Soy tu madre. Lo sé todo — se rió.

- Michelle la bocazas, ¿no? — suspiré.

- No le eches la culpa a Michelle. Hubiera preferido que me lo contara mi propia hija, pero es tan reservada últimamente — me regañó —. ¿Algo más que quieras compartir?

Miré a mi madre y me sentí mal.

Ella solo quería estar ahí para mí, saber lo que pasaba en mi mundo. Ella llevaba en la sangre lo de ser tan abierta. Selene había heredado ese rasgo al cien por cien.

¿Pero yo? Al ser adoptada, tenía algunos rasgos que eran míos por completo.

Como ser pelirroja, reservada y, naturalmente, mi sutil capacidad de encauzar conversaciones.

Me dolió un poco pensar en estas diferencias entre mi madre y yo.

¿Quién me había hecho así? Mis misteriosos padres estaban ahí, en algún lugar.

Me pregunté si eran pelirrojos como yo. ¿También eran reservados? Y lo que era más importante, ¿tenían, como yo, capacidades poderosas y únicas?

- Nada que compartir — mentí, dejando de lado todos mis pensamientos dispersos.

No estaba dispuesta a revelar que yo era el desafío de Aiden Norwood para la temporada.

Además, ya me había visto suficiente gente irrumpir en la Casa de la Manada medio transformada, de manera que seguramente mi madre ya sabía algo de lo que había pasado.

- ¿Por qué ese mal humor? Deberías estar rebosante de alegría. No pasa todos los días que te marque el Alfa y mucho menos que tengas la oportunidad de... bueno, ya sabes — dijo, guiñando un ojo.

- Puaj — espeté.

- Sienna, no lo entiendo. Es increíblemente guapo. ¿Qué pasa?

- ¿Por qué no te acuestas tú con él, pues? — respondí, abriéndome paso de un empujón y dando un portazo.

Necesitaba alejarme de todos antes de explotar. Solo conocían al Aiden Norwood de sus fantasías, alguien a quien veían de lejos y ya está.

Nadie lo conocía como yo. El Alfa ensimismado que marcaba a las chicas por diversión.

Por no hablar de la estúpida Bruma que hacía que me derritiera cada vez que se acercaba.

Quería volver atrás en el tiempo y no ir nunca a esa maldita cena. Mi vida hubiera sido mucho más fácil y mi secreto hubiera estado mucho más a salvo.

En momentos así me iba al río para despejarme, pero Aiden también me había arruinado ese espacio.

Solo me quedaba un refugio al que acudir: la pequeña galería de arte del centro de la ciudad que había descubierto con Emily durante uno de nuestros paseos.

Lobos milenarios (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora