Capítulo 28. La pregunta

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SIENNA

Salí corriendo hacia la puerta principal tan rápido como mis tacones me lo permitieron. Atravesé las puertas a toda velocidad, salí al césped, pasé el aparcamiento de la manada y llegué a la carretera.

No podía creerlo. Había sido un accesorio todo el tiempo. Allí estaba yo, tratando de advertirle sobre algún peligro inminente, y él me había estado utilizando como una maldita muñeca de trapo.

Por eso me hizo mudarme con él, por eso me dijo que fuera a la feria. Todo era como una sesión de fotos.

Y yo era la adolescente tonta que había caído en la trampa.

El aire fresco me daba en la cara, pero no ayudaba mucho. Mi dolor, mi ira, seguían floreciendo.

Miré a mi alrededor y vi el bosque a unos metros a mi derecha. Corrí hacia allí y luego me detuve para bajar con cuidado la cremallera del vestido de Selene. Si le pasaba algo, no me lo perdonaría.

Pero necesitaba liberarme de cualquier cosa remotamente humana.

No iba a reprimir mis emociones. Ya no. Necesitaba dejarlas salir.

Me quité el vestido y lo colgué en la primera rama limpia que encontré a una altura suficiente para que no se manchara con el suelo. Después me quité los zapatos y dejé que la rabia me consumiera.

Sentí que mi cuerpo se transformaba mientras corría. Pasé zumbando entre los árboles y los troncos, las hojas y el barro, y se me tensaron los músculos hasta que dejé de correr sobre mis piernas para correr sobre patas.

Sentí que mi cola se agitaba detrás de mí y noté el viento golpear el pelaje rojo que cubría cada centímetro de mi piel.

Atrás quedaba la damisela con vestido. No, no era la maldita damisela en apuros de nadie.

Yo era una loba.

Dominante.

Y el bosque iba a ser testigo de mi rabia.


AIDEN

Todavía estaba en el bar con el Alfa Milenario. Había visto a Sienna marcharse hacía siete minutos y sabía que algo iba mal. Pero él seguía hablando y pidiendo rondas. No podía marcharme. Lo sabía... pero tenía que hacerlo.

- ¿Me concedes un par de minutos? Mi Beta está ahí quiero presentaros. Es un gran compañero de copas —dije y me puse en marcha para alcanzar a Josh.

- No es necesario —dijo el Alfa Milenario, impidiéndome avanzar—. Iré contigo.

- Iba a salir, a respirar un poco de aire fresco.

- A mí también me vendría bien. —dijo. Vaya. No se movía de mi lado.

- Estupendo —dije y le conduje a través del salón de baile. Miré a mi alrededor cuando salimos, pero no vi ni un alma. Intenté cerrar los ojos para sentirla, pero no pude.

Piensa.

Parecía disgustada antes. No se hubiera ido a no ser que tuviera un motivo. Si estaba disgustada y enfadada querría transformarse. En el bosque.

- ¿Qué te parece si damos un paseo por el bosque? Está hermoso en esta época del año.

- Me apunto a todo —dijo encogiéndose de hombros. Así que giré a la derecha, y caminamos hasta el comienzo del bosque y luego continuamos, inmersos entre los aromas distintivos del roble y del barro.

- Estás aquí por mí, ¿no? —pregunté.

- ¿Cómo dices?

- Te has presentado en el Baile de Navidad sin ninguna explicación... Perdona mi franqueza, Alfa Milenario. Nos agrada mucho recibirte, pero no sabemos los motivos de tu visita. Y no te has separado de mi lado desde que llegaste. Estás aquí para averiguar algo. Algo sobre mí. ¿Cierto?

Lobos milenarios (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora