Capítulo 14. La discoteca

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SIENNA

Me puse mi flamante minifalda de tartán roja y negra con botas de cuero negro de tacón alto, medias negras y un crop-top con una chaqueta de cuero negra.

Me pinté las uñas a juego con el color rojo de la falda y me alboroté el pelo en capas desordenadas que me caían por la espalda y los hombros como una cascada de cobre.

Me pinté los ojos y apliqué una máscara de pestañas para dar volumen y me pinté los labios de color burdeos. Para terminar, me puse mi piercing favorito en la oreja y unos aros de plata a juego con los anillos.

Tenía un aspecto punk y sexy y me encantaba.

Cuando las chicas me recogieron, me colmaron de cumplidos.

Michelle incluso dijo que estaba tan sexy que daban ganas de morderme, que era el mejor cumplido que un hombre o una mujer lobo podían recibir.

Como había dicho Michelle en Winston's, Lupine era una discoteca nueva y solo llevaba unas semanas abierta, pero se había generado tal revuelo que todas las noches de la semana había largas colas para entrar.

Sin embargo, Erica nos había conseguido pases VIP (uno de sus hermanos tenía contactos con todos los porteros del centro, incluido el de Lupine) y entramos sin tener que hacer cola.

Siempre me he sentido un poco culpable al saltarme la cola así, sobre todo cuando la gente que está esperando te mira con envidia, pero esa noche me daba igual.

Estaba allí para dejarme llevar y olvidarme del estúpido hombre lobo que me había marcado.

La entrada de la discoteca tenía un techo bajo y daba la sensación de estar entrando en una cueva.

A la izquierda estaba la barra, iluminada con lucecitas LED que centelleaban al ritmo de la música.

A la derecha estaba el guardarropa, donde dejamos nuestras chaquetas, y una escalera que conducía a la entreplanta desde la cual se podía ver toda la pista de baile.

Tenía forma circular y se abría como si fuera un claustro. De las vigas colgaban grandes jaulas con hermosas bailarinas que se movían sensualmente al ritmo de la música.

Humanos y hombres lobo se mezclaban frente a la enorme barra, apresurándose para pedir una copa.

Observé la pista de baile, que estaba repleta de cuerpos que se rozaban y brazos que no paraban de elevarse.

El DJ pinchaba temas house desde su cabina con vistas a la multitud, incitando de vez en cuando a la gente a hacer más ruido.

Michelle se abrió paso hasta la barra y pidió una ronda de chupitos de vodka.

- ¿Crees que deberíamos pedir más, ya que estamos aquí? —gritó por encima de la música.

Ya habíamos empezado a beber en el taxi, pero Michelle nunca había sido de las que se lo toman con calma.

- Dos rondas por lo menos —respondió Mia—. ¡Ya no estoy en el mercado! ¿Habéis oído, chicos? No tenéis opción alguna con este bombón —dijo moviendo el trasero.

Nos tomamos los chupitos en la barra y luego encontramos una mesa de pie para acurrucarnos con nuestra jarra de curasao azul, ginebra, tequila, ron y vodka.

Contamos hasta tres y todas agarramos una pajita y chupamos todo lo que nuestra respiración nos permitió.

Michelle y yo fuimos las que más aguantamos, pero le gané. Ella se consideraba la party girl del grupo, así que fue todo un golpe para su ego.

Lobos milenarios (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora