Capítulo 30. La noche de...

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SIENNA

Aiden me llevaba en brazos como en las películas mientras recorría el camino empedrado hasta la puerta de casa. El corazón me iba cada vez más rápido y no sabía si alguna vez se detendría.

Mi inseguridad se apoderó de mi cabeza.

¿Qué pasa si no soy buena en la cama?

¿Qué pasa si no estoy a la altura de sus fantasías?

¿Qué pasa si no puedo satisfacer a un alfa?

Aiden se detuvo en la puerta principal, como si percibiera mis temores. Y tal vez lo hizo. Las parejas de verdad estaban conectadas de una manera tan intensa que era casi indescriptible.

- ¿Qué pasa? —preguntó con un tono amable poco habitual en él.

- Yo... simplemente no quiero decepcionarte —murmuré. Nunca me había sentido menos dominante en mi vida.

Para mi sorpresa, Aiden se rió.

- Oh, Sienna... no tienes ni idea...

- ¿Ni idea de qué? —pregunté, un poco molesta por su risa.

- No tienes idea de cuánto poder tienes sobre mí.

La cara me ardió y un grito ahogado se escapó de mis labios.

Continuó, aguantándome la mirada. —Sí, te marqué. Y sí, te hice mía, pero...

Aiden respiró profundamente mientras apoyaba su frente sobre la mía.

- Tú también me hiciste tuya. No te equivoques, no soy solo tu Alfa, soy tu compañero. Y no hay nada que pueda cambiar eso. Tu amor me ha hecho más fuerte de lo que cualquier sangre alfa podría jamás.

El calor de mis mejillas se extendió por el resto de mi cuerpo como un incendio y así, sin más, recuperé mi sensación de dominio.

Amaba a Aiden más de lo que las palabras pueden expresar. Así que no iba a usar palabras.

Le agarré el pelo de la nuca y apreté febrilmente mis labios contra los suyos.

Quería que mi fuego se extendiera. Quería que lo consumiera todo hasta que el mundo entero se convirtiera en cenizas y nosotros fuéramos los únicos que quedáramos en pie.

Las costuras de la chaqueta de esmoquin de Aiden se rompían mientras sus músculos se hinchaban. Casi se estaba transformando cuando dio un paso hacia la puerta y levantó la pierna.

¡CRAC!

Aiden pateó la puerta hasta sacarla de las bisagras y esta cayó sobre el suelo de mármol. Pasó por encima y entramos.

Bueno, es una manera distinta de llevar a la novia...

Cuando entró en nuestro dormitorio, me posó sobre el suelo y me empujó contra la pared. Nuestros besos febriles se reanudaron mientras yo empezaba a arrancarle el esmoquin, pieza a pieza.

En cuanto se quedó sin parte de arriba, pasé mis dedos por sus abdominales y fui hasta la hebilla de su cinturón.

Los propios dedos de Aiden se afanaban en desatar mi corsé. Se estaba frustrando y yo no podía evitar disfrutarlo.

Finalmente lo logró y mi vestido cayó al suelo. Le saqué el cinturón con un movimiento rápido y ágil y segundos después Aiden se arrancó los pantalones y los lanzó por la habitación.

Durante un momento nos miramos, conscientes de que ya éramos oficialmente pareja. Pero un momento era todo lo que estábamos dispuestos a dedicar. Ambos habíamos esperado lo suficiente.

Lobos milenarios (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora