Capítulo 24. La confesión

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SIENNA

Íbamos en dirección a la noria y yo intentaba quitarme de la cabeza la imagen de la mujer de ojos púrpura. Estaba claro que Aiden no la había visto, y si volvía a mencionarla seguramente querría ingresarme en un psiquiátrico o algo así.

- Venga, vamos —dije tirando de Aiden hacia el muchacho que vendía los tickets para subir a la noria.

Metí la mano en el bolso para buscar mi monedero y pagar, pero el muchacho levantó la mano.

- Alfa, hermano, no has de pagar nada —le dijo a Aiden. Luego me señaló a mí con la cabeza—. Y ella tampoco.

Vaya, vaya. Al parecer estar con el Alfa tenía algunas ventajas.

Seguimos al muchacho y nos saltamos la fila. Yo me giré para ver qué cara ponía Aiden, el cual se limitó a encogerse de hombros, y nos montamos en una cabina para nosotros solos. Me deslicé por el banco y Aiden se sentó a mi lado. El muchacho nos ayudó a bajar la barra, asegurándose de que estuviéramos bien sujetos.

- Disfrutad de la noria del amor —dijo con un guiño y luego desapareció de nuevo entre la multitud.

- El año pasado no se llamaba la noria del amor —le dije a Aiden al notar que mis mejillas se ponían coloradas una vez más.

- A lo mejor este año hay algo distinto —dijo entrelazando su mano con la mía. Antes de que me diera tiempo a analizar sus palabras, la noria se puso en marcha. En cuestión de minutos estábamos arriba del todo, contemplando la ciudad bajo de nosotros.

- Qué preciosidad.

- Sí. —Le miré y tuve la abrumadora sensación de que no se refería a la vista. Bajé la mirada a mi regazo. Todavía no me sentía cómoda recibiendo tanta atención.

- ¿Quién es Emily? —Al oír su nombre levanté la cabeza de golpe—. Te oí decir su nombre cuando dormías. No parabas de repetirlo.

Sus ojos buscaban respuestas en mi rostro, pero yo no estaba preparada para hablar de eso. Nunca había hablado de ese tema con nadie.

- No puedo... —dije, no queriendo mentirle.

Suspiró y giró la cabeza para contemplar las vistas. Pensé que lo había perdido. Pero entonces empezó a contarme algo.

AIDEN

La noche anterior, cuando la tenía entre mis brazos, oí a Sienna musitar algo mientras dormía. Noté cómo su cuerpo temblaba y aunque no pude ver lágrimas al estar a oscuras, no me hubiera sorprendido de que también hubiera estado llorando.

No paraba de repetir el nombre de Emily una y otra vez, tan alto que me despertó. Como era natural, eso no me molestó. Quizás era por ser el Alfa, pero me gustaba que me necesitaran.

La abracé más fuerte y le acaricié el pelo hasta que sus lamentos cesaron y entonces me volví a quedar dormido.

Estaba bastante seguro de que todo lo había dicho estando profundamente dormida, pero una reacción inconsciente como esa no se debía a un personaje imaginario. Sus lamentos tenían algún motivo que yo desconocía y la curiosidad se apoderó de mí.

Así que cuando estábamos en la cabina de la noria, contemplando la feria y la ciudad desde las alturas, saqué el tema. Su actitud cambió de repente. Se alejó un poco de mí, aunque no creí que lo hiciera a propósito. Pensé que cuando alguien le pide algo personal e importante, instintivamente necesita más espacio.

Como Alfa, había aprendido hacía mucho tiempo a tranquilizar a los que me rodeaban. Algo que me enseñó mi padre cuando era joven fue a no esperar nunca nada gratis. Hay que entregar para recibir, decía, y ese principió se me quedó grabado.

Lobos milenarios (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora