Capítulo 1. El Alfa en el río

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SIENNA

No veía más que sexo.

Mirara donde mirara, tan solo había cuerpos vibrando, brazos y piernas moviéndose, bocas gimiendo...

Corría por el bosque jadeando, tratando de escapar de los fantasmas carnales que me rodeaban y que parecían invocarme con sus gritos. "Únete a nosotros", me decían...

Pero cuanto más me adentraba en el bosque, más oscuro y vivo se volvía.

Algunos árboles se abrazaban entre sí como si se tratara de dos amantes. Otros, con raíces retorcidas y ramas delgadas, parecían depredadores. Acercándose a mí. Persiguiéndome.

Algo ahí fuera, en la oscuridad, me perseguía. Algo inhumano.

Y todas esas bocas ya no gemían. Gritaban.

Había orgías monstruosas por todas partes que cada vez se volvían más violentas. Sangrientas. Mortíferas.

En cualquier momento, la oscuridad iba a atraparme.

El sexo me iba a estrangular.

Cuando sentí que una raíz me envolvía la pierna como si fuera una serpiente, tropecé y caí por un agujero en medio del bosque. Pero no era un agujero.

Era una boca. Con dientes afilados y una lengua negra que se relamía los labios y estaba a punto de engullirme.

Intenté gritar, pero no tenía voz.

Caí.

En lo más hondo.

Cada vez más.

Hasta que esa demencia sexual y violenta y yo nos convertimos en un solo ser... completamente consumido.

**************

Parpadeé. ¿Qué demonios estaba dibujando?

Sentada en la orilla del río, con mi cuaderno de dibujo en la mano, miré incrédula mi propia creación. Había dibujado algo muy inquietante... y sexual.

Eso sólo podía significar una cosa: la Bruma. Estaba cada vez más cerca.

Pero no me dio tiempo a profundizar en esos pensamientos, porque el sonido de unas risas cercanas me distrajo. Me di la vuelta y vi a un grupo de chicas a su alrededor.

Aiden Norwood.

Nunca lo había visto ahí, en la orilla del río, el lugar al que solía ir para dibujar y despejar la mente. Los de nuestra especie no solían frecuentarlo.

¿Por qué? No lo sé.

A lo mejor es por la calma, ya que se espera que actuemos como salvajes siempre. Quizás es el contraste con el agua y el fuego que arde en nuestro interior. O tal vez sea que siempre he considerado que ese lugar era mi escondite.

Un lugar secreto donde no era una más de la manada. Donde era sólo yo, Sienna Mercer, una artista autodidacta, pelirroja, de diecinueve años. Una chica aparentemente normal.

El alfa se dirigió hacia el agua ignorando a la pandilla de chicas que le seguía. Parecía que quería que le dejaran en paz. Sentí curiosidad. Me entraron ganas de retratarlo.

Sabía que era arriesgado dibujar al Alfa, claro. Pero ¿cómo iba a resistirme?

Empecé a dibujar su contorno. Metro ochenta y cinco, pelo negro azabache revuelto y ojos verdes dorados que parecían cambiar de color cada vez que movía la cabeza. Aiden era la pura definición de tío bueno.

Estaba empezando a dibujar sus ojos cuando movió la cabeza y olisqueó algo.

Me quedé paralizada a mitad de trazo. Si me pillaba, si veía lo que estaba dibujando...

Lobos milenarios (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora