«Tienes tres días más para encontrar algo digno de una verdadera investigación. Si no recibo pruebas contundentes, tanto tú como tu equipo regresaréis al centro de investigaciones y se os asignarán nuevas tareas. Alguien debe encargarse de limpiar los acuarios»
Hunter gruñó a la pantalla de su portátil y lo cerró de un manotazo. Kikimora estaba presionándolo, era evidente. Estaba seguro de que su tío habría sido mucho más amable. Limpiar acuarios. ¡Él ya había pasado por ahí hacía años! Esa vieja bruja solo quería ponerlo nervioso para hacerle fracasar. Pues no lo iba a conseguir.
Iba a encontrar pruebas de la existencia de un reino inundado, por mucho que todo el mundo le dijese que la Atlántida no era más que un mito. Machu Picchu también había sido un mito hasta que se encontró.
La previsión del tiempo para los próximos días no era muy alentador, pero se estaba quedando sin opciones. Marcó en un mapa las zonas más prometedoras para peinarlas de nuevo. Llamó al resto del personal.
—Lo siento, muchacho, se acerca una tormenta. No es seguro navegar en esas condiciones —le dijo el capitán.
—No lo entiende, —insistió Hunter por enésima vez— si no encuentro nada de aquí a tres días, me mandarán de vuelta a casa.
—Entonces me temo que tendrás que ir empezando a preparar la maleta, va a ser una buena, y no corta, precisamente. No pienso poner a mi tripulación en peligro por los caprichos de un muchacho prepotente. —Hunter soltó un improperio y colgó, desesperado.
No podía marcharse. Estaba seguro de que estaba sobre las pistas adecuadas. No como las otras veces que se había sentido así. Esta vez era definitivo. Tenía que salir ahí a toda costa, esa misma noche. Pasaría esos tres días enteros navegando solo si hacía falta, pero no podía regresar con las manos vacías. No quería decepcionar a su tío una vez más ni mucho menos escuchar los comentarios despreciativos de Kikimora hasta que lo volvieran a mandar lejos. Y si fallaba, a saber cuando le aprobarían una nueva expedición.
Preparó una maleta, no para volver a casa, sino para pasar tres días fuera. Metió ropa de abrigo, comida y todo lo que pensó que podría hacerle falta. Sobornó a todos los guardas de seguridad con los que se encontró hasta llegar al barco que le habían proporcionado en el laboratorio, donde estaban sus herramientas y los trajes de buceo.
Había aprendido algo de navegación en las prácticas de campo de la universidad, y esos veinte días no había perdido oportunidad para enterarse de cómo funcionaba todo en aquel barco. Estaba chupado.
Arrancó. El puerto estaba lleno. Él era el único lo suficientemente insensato como para meterse en la boca de una tormenta, o peor.
Las primeras horas fueron sencillas. La madrugada empezó a darle vértigos. Cuando el sol ya debería haber salido, Hunter sentía que estaba surfeando a escala titánica. Y tenía miedo. Por la tarde, el mar parecía relajarse, pero el cielo seguía completamente cubierto de nubes. Estaba oscuro y hacía frío, y el barco seguía bamboleándose.
Al caer la noche, echó el ancla en una zona que sabía segura, a una distancia prudencial de una zona rocosa. Se puso el traje y salió a la cubierta. La llovizna empezó a crecer. Las gotas le golpeaban como si fuera granizo, estaba calado hasta los huesos, y aquel estúpido mechón de pelo no dejaba de metérsele en los ojos aunque se lo echara hacia atrás cada dos minutos.
El zarandeo era cada vez mayor. Hunter terminó de abrocharse el traje y se acercó a la borda. Se sentó en ella, en un precario equilibrio, mientras intentaba ponerse las gafas y el tubo de respiración. En una de las sacudidas, no le dio tiempo a aferrarse a la barra de seguridad, el agua lo arrastró y le arrancó todo lo que tenía en las manos antes de estar preparado.
La corriente era muy fuerte. Intentó atrapar al menos las gafas para poder ver, pero las olas eran demasiado grandes. Desesperado, quiso nadar al barco, pero cada vez que el mar le permitía verlo estaba más y más lejos. Miró hacia atrás y vio, para su horror, que la corriente lo acercaba peligrosamente a los riscos. Tragó agua, tosió, trató de respirar y tragó más agua. Manoteó, apenas podía respirar, el corazón había empezado a latir demasiado deprisa, la corriente le había arrancado las aletas de los pies. Sintió que el agua se hundía, lo que solo podía significar una cosa.
Supo que era su fin en cuanto la ola gigante se lo tragó.
ESTÁS LEYENDO
The Owl House (One Shots e Historias Cortas)
FanfictionOne Shots de nuestra serie favorita. (Spoilers) Lumity, RaEda, Huntlow, Aladarius, Trío Esmeralda, Hexide Squad, Bad Girl Coven... Universos alternativos y canon, fantasía, slice of life, soft, fluff... Se aceptan peticiones (aunque me reservo el de...