CAPITULO 5

556 56 10
                                    

Era fin de semana por la tarde, ya habían pasado algunos días desde que Rebecca había hablado con Leon. Su ausencia llegó hasta el laboratorio, dónde no había asistido desde aquella vez que no pudieron coincidir.

Ella no quería preguntar al encargado por él, eso sonaría demasiado a que tenía interés en el agente, pero no tenía una manera de contactarlo, no tenía su número teléfono y no era algo que las chicas hicieran muy a menudo, pedir el número del chico, además Rebecca era bastante orgullosa, Leon se lo había buscado, o al menos eso creía.

La cuestión era que se había medianamente acostumbrado a su presencia, aunque ella misma dijera que no le gustaba las interrupciones cuando estaba en el trabajo, a su entender era más que un medio para obtener café gratis por las mañanas, vagamente creyó que su ausencia sería mejor recibida por el staff del lugar, pero el agente Kennedy se llevaba bastante bien con el guardia, la secretaria y los auxiliares del laboratorio, incluso le preguntaron por él, independientemente de eso, al parecer ella era la única conexión por parte de ellos, lo irónico era que ni siquiera sabía dónde se hospedaba y que hacía en su tiempo libre.

Mientras tanto al otro lado de la ciudad, Leon se preparaba para ir a cenar, estaba listo y preparado para la ocasión, había comprado un esmoquin negro bastante elegante, se puso un poco de colonia masculina y antes de salir del su departamento se miró en el espejo. Se detuvo uno segundos, estaba examinando detenidamente el saco, no debía sobresalir el arma, ni tampoco los micrófonos que había ocultado. Debía ser discreto o todo se iría a la borda.

Su reloj platinado sobresalía de su muñeca y era un manifestación precisa de un hombre exitoso, aunque las manecillas no se movieron en ningún momento, y no se tratará de un reloj de gran costo.

Acomodó su moño con sutileza y susurró al dispositivo de su muñeca—Llegaré a las 9.

(...)

Media hora antes en el restaurante House Gold Rebecca llegaba después de un largo trayecto conduciendo por una avenida repleta de tráfico, se había cansado a medio camino e incluso pensó deliberadamente en regresarse a su departamento, pero necesita despejar su mente, también uno que otro trago sería bienvenido, Jill se había ofrecido a escuchar sus penas de manera gratuita.

Cuando su amiga llegó al restaurante, la Dra. Chambers ya llevaba media botella de alcohol y un par de hombres viéndola a lo lejos, quizás la presencia de una chica linda sola en un restaurante les dio a entender que la habían dejado plantada, tampoco su rostro desanimado ayudo, se veía pálida y desangelada.

—Ok... ¿Quién fue el afortunado?—Bromeó al sentarse pero Rebecca no le encontró la gracia.

—No es gracioso Jill.

—Lo siento Rebe... pero no intentaba serlo, quiero darte ánimos, además me gusta tu vestido y... a ese par también—La Dra. movió ligeramente su cabeza a aquellos dos sujetos que parecían interesados en su persona.

Volvió a ver a Jill negando rotundamente algún tipo de atracción hacía los dos masculinos, su amiga rió con suspicacia guiñándole un ojo a uno de ellos.

—¡Jill! ¿Acaso te volviste loca? Si ese par se...

Incapaz de terminar, Rebecca ve como uno de ellos, el más fornido de los dos se levanta y se dirige valientemente a la mesa de ambas.

Rebecca quería salir corriendo por lo incómodo que sería esto, pero a Jill pareció no importarle.

—Buenas noches chicas, veo que... ¿les gusta el vino?—Aquel hombre no miró a la Dra. sino a Jill, la cual manifestó una sonrisa bastante encantadora, más allá del atractivo color rojo de sus labios que pareció cautivar a aquel temerario sujeto.

Cuando estoy contigo | Leon y RebeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora