CAPITULO 13

488 41 7
                                    

Eran las 5:30 de la tarde cuando Leon sacó de su horno la cena que tenía preparada para Rebecca. Después de mirarla con detenimiento, entendió que no era comestible y que si intentaba consumir dichos alimentos, sufriría una terrible intoxicación.

Se dió vuelta justo cuando había entrado en pánico, pensativo porque no había ido de compras en días y lo único que tenía en su despensa o lo que quedaba de ella, eran pastas y pan blanco dudosamente comestible.

—¡Diablos!—Exclamo con amargura para posteriormente tomar su teléfono y pedir algo a domicilio, si ella no era demasiado exigente, tendría suerte con la cena.

Repentinamente tocaron a su puerta—¿Rebecca?—Alzo su voz con ligereza, pero no hubo respuesta enseguida, acto seguido reconoció la voz de Ingrid al otro lado de la puerta.

Al abrir, su compañera cruzada de brazos le miraba con detenimiento, parecía examinar su comportamiento en silencio.

—¿Primera cita?

—Eh... no, bueno creo que no.

Ella asintió lentamente y terminó entrando al departamento.

—Anoche no me entregaste el reporte de seguridad que te pedí.

Enseguida Leon golpeó su frente para castigarse de lo descuidado que había sido—L-lo siento Ingrid... anoche, l-lo olvide... te prometo que lo hará mañana a primera hora.

Su compañera se limitó a solo mírarlo, ya había visto esa mirada en Leon antes y ahora tenía la diferencia de que estaba en medio de una misión, pero lo conocía demasiado bien y estaba convencida que por su mente se encontraba una mujer—De acuerdo, hazlo lo que tengas que hacer está noche y... mañana espero el reporte en mi correo, ah y Leon... trata de poner almohadas en la cama.

—¡¿Qué?!—Grito él estupefacto.

—Solo bromeó tonto, hasta mañana.

De alguna manera dicho comentario lo puso alerta, Ingrid no era exactamente la mujer con el mejor sentido del humor pero cabía el caso de que está tarde venía de sobra. Al retirarse, Leon se dejó caer en el sofá, sus pensamientos volaron indispuestos a dejarse llevar.

Continúo con suspiro de forma tenue a medida que se imaginaba a Rebecca llegar a su departamento. Ahora que las intenciones habían quedado claras entre ambos, no sería extraño que está noche concluyan lo que dejaron inconcluso aquella noche en el auto. Ninguno de los dos se animaba a expresarlo, pero sentían una atracción tanto única como sexual, y ahora todo ello podía culminar manera natural y presión.
Se preparó antes de que la lluvia se intensificara.

(...)

Al otro lado de la ciudad y con una diferencia de hora y media, Rebecca veía impaciente la llovizna que se había convertido en lluvia en cuestión de minutos. La nubosidad no cesó en lo absoluto y dudó fielmente en asistir o no.

Pero ya se había cambiado y estaba completamente lista para ir a verlo. Miró un par de ocasiones su teléfono, si Leon cancelaba no tendría problema aunque no necesariamente fuera lo que quería. Después de pensarlo toda la tarde, se movió a su cajón de ropa interior y comenzó a sacar prenda por prenda de manera en que todo el orden que había en dicho compartiendo, ya no existía. Continúo hasta que en la esquina inferior del mismo, obtuvo su cometido. Muy ocultó en su cajón y de cualquier luz externa o perturbación que afectara la calidad del producto, sacó un par de preservativos que hasta ese momento, nunca llegó o siquiera pensó en usar.

—Bonito obsequio Jill...—Musito al recordar a su amiga dárselos en una acalorada noche de sábado, según ella, las necesitaría en un futuro y ahora parece que sería así.

Cuando estoy contigo | Leon y RebeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora