CAPITULO 7

538 52 12
                                    

El molestó sonido de la alarma y los pájaros cantando afuera lo despertó, sin camisa y sin pantalones, Leon se incorporó ante los irritantes rayos del sol pegando en su rostro.

Se colocó un par de pantalones antes de darse cuenta como había llegado a su habitación. Había bebido bastante anoche después de dejar a Rebecca en su departamento, Hunnigan le tiró un sermón de media hora y después de eso, todo es confuso. Miró su teléfono para ver si tenía alguna novedad, posteriormente monitoreo dónde se encontraba la Dra. al parecer seguía en su departamento.

Entonces pudo recordar vagamente la estimulante atracción que sintió anoche por la Dra. verdaderamente fue muy cautivador verla de dicha manera, incluso parecía que ella hubiera permitido algo más si él hubiera dado es paso. Nunca se imaginó un escenario así, ni siquiera en sus conquistas a otras mujeres sintió dicho sentimiento.

En todo caso hoy debía presentarse en el laboratorio. Regresaría a auxiliar a la mujer, aunque para ella fuera más una molestia, al menos por lo que dijo al final, le dio a entender que su compañía no sería tan molesta de ahora en adelante, pero viendo lo volátil que es su actuar se esperaba cualquier cosa.

(...)

Horas más tarde.

—Ya te lo dije Jill, no me acosté con Leon... y, si lo hubiera hecho, que te hace creer que te lo diría—Explicaba Rebecca muy segura a Jill en su oficina.

—¡Ha! Claro que me lo dirías, soy tu mejor amiga, además Albert pregunto por ti está mañana, intentó localizarte, pero no nunca respondiste su llamada, dijo que te llevaría a comer al medio día

—Pues veré si aceptó o no y... por dios, por supuesto que no respondí—Replico cruzando sus brazos—Me llamó a las 5 de la mañana, y durante el desayuno... quiero que de un poco de espacio.

—Tranquila Rebe, le dije que te quedaste en casa de Leon...

—¡¿Qué le dijiste?!—Se paró del asiento totalmente desbordada.

Jill se echó hacía atrás sonriendo con gracia, había sido una broma, aunque para su amiga fuera tan real como su escaso sentido del humor. Rebecca era muy cuidadoso en su vida privada, no cualquiera se enteraba de algo así, mucho menos de que tenía hombres en su vida más allá del trabajo,

Remojó sus labios y volvió a sentarse en su silla, riéndose ligeramente pues casi mataba a Jill por creer que le había dicho a Albert que se quedó toda la noche con Leon. Se ruborizo de manera sutil cuando recordó las siguientes palabras que le dijo a Leon “¿A caso te quieres costar conmigo?" Con la exaltada y confundida que se encontraba anoche, una respuesta alentadora del agente hubiera sido mortal, porque incluso esta mañana, Rebecca no supo si lo dijo con la  intención más humana que se puede hacer.

—¿A caso estás ruborizada?—Exclamo Jill al ver las mejillas generalmente pálidas de su amiga, pero que ahora eran totalmente rojas.

—Noo...—Rebecca bajo su cabeza de inmediato y dió vuelta a la silla, Jill se precipitó curiosa con la determinación necesaria para descubrir la razón de aquella curiosa reacción.

—¿Me dirás porque te ruborizaste?—La Dra. negó de inmediato—A caso pensaste en algo que hiciste anoche o... en algo que pudiste hacer... con él.

Era demasiada la presión y tensión que su mente soportaba, Jill no dejaba de ser molesta y su curiosidad no tenía límites, le sacaría la verdad a base de insistencia. Pero aguantó cualquier pregunta de la agente Valentine, por más sugestiva y de doble sentido que fuera.

Cuando Jill se marchó del laboratorio pudo por fin relajarse, sintió paz y seguridad en el ambiente. Amaba la compañía de su amiga pero cuando se trataba de hombres se volvía molesta.
Fue en esos momentos de relajación que desde la ventana observó el auto de Leon aparcado a la distancia. De inmediato entró en pánico y una incesante ráfaga de emoción y miedo la desbordó casi al unisono.

Cuando estoy contigo | Leon y RebeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora