CAPITULO 16

368 32 14
                                    

6 DÍAS DESPUES

Un Leon agotado había aterrizado y ahora se encontraba en el aeropuerto despues de un largo viaje de 16 horas. Su semblante era serio y de bastante dolor, había estado involucrado en un fuego cruzado por unos hombres de intenciones desconocidas.

Pero muy en su interior sabía de qué organización pertenecían. Era de noche, había mal clima y después de no tener ningún tipo de contacto con Rebecca en las últimas 50 horas, él creyó firmemente en que haber pasado de sus llamadas provocaría molestia, decirle que estuvo tendido e inconsciente durante 6 horas la alarmaría. No era su novia, tampoco compartían una relación amorosa como las historias románticas de Jane Austin, todo aquello aún no era oficial.

En todo su viaje, Leon no olvidó el vicioso sabor de sus labios, tan suaves y dulces, era un manjar digno del sueño más perfecto y que, inconscientemente, no dejaba de desear.

Uno de sus agentes le recomendó usar gafas, así taparía un poco los raspones que tenía, no sería muy útil pero acato la recomendación. El agente Kennedy se detuvo en un puesto de flores cerca de las 8:30, la mujer que la atendió era encantadora y no dejó de mirarlo en todo momento. Leon compró el ramo de flores más caro del puesto, condujo unos minutos por la avenida principal, había un tráfico terrible pero no sé inmutó, su mirada estaba indiferente. Cerca de las 10 de la noche llegó al edificio de la Dra. se estacionó enfrente de un puesto ambulante y subió hasta su departamento sin haberse quitado las gafas.

Llevaba su arma enfundada, debajo de su chaqueta muy oculta, no buscaba asustarla pero debía cargar con ella por razones de seguridad.
Antes de tocar su puerta, peinó su cabello, cómodo su chaqueta y acicalo el ramo de flores para que luciera perfecto.

Golpeó su puerta 2 veces, antes de dar el tercero, escuchó la calidez de su voz al otro lado.

—¿Si?—Era Rebecca.

—Soy yo, Leon.

En instantes se escuchó los pasos firmes y rápidos de ella corriendo a abrir la puerta. Sus ojos brillaron al verlo, Rebecca andaba en pillama, descalza y con un bote de helado de cereza en su mano izquierda, todo aquello poco importó ya que corrió a besarlo en los labios.

Leon no tuvo tiempo de darle el ramo de flores y no pasó ni 10 segundos para que ella lo invitara a pasar.

—Le-Leon—Se encontraba agitada pero muy consciente de todo.

—¿Por—porque traes gafas de sol durante la noche?

—¿Esto? No es nada... me hacen lucir atractivo, pensé que te gustaría.

Ella sonrió con ternura pero se precipitó a quitárselos—Claro que me gusta, pero es evidente que me estás ocultando algo... lo sé porque soy una chica, mi instinto se puso en alerta.

Al verlo sin gafas, su sonrisa se borró gradualmente. Su mirada comenzó a cristalizarse mientras Leon intentaba ocultar sus rasguños, y el dolor penetrante que sentía en sus costillas.

Pero le fue difícil, por lo que sencillamente desvió su mirada.

—¿El otro quedó peor no?

Él asintió con gracia aunque no estaba seguro si así fue.

—No tuve un gran día haca unas horas, me gustaría descansar y tomar una buena taza de té caliente... ¿Tienes té?

—Tengo café—Respondio la mujer llevándolo de la mano hasta el sofá.

Allí Leon se sentó, dejó su maleta y por un largo tiempo de no hacerlo, pudo respirar sin temer lo peor.
No estaba en casa pero ella era lo más cercano ahora a eso.

Cuando estoy contigo | Leon y RebeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora