CAPITULO 4

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—Pareces un poco enfadada—Pregunto Jill mientras veía como Rebecca llegaba al restaurante y tomaba asiento.

La Dra. Chambers no respondió, estaba ligeramente sobrepasada por la pequeña discusión que había tenido con Leon. Ponerle condiciones a los hombres no es tan fácil como parece, sobre todo cuando él parecía muy interesado.

—Necesito un trago.

Tras beber unas cuantas copas con repetida acción, Rebecca le contó todo acerca de los guardias que Leon había enviado para escoltarla durante el día, Jill sonrió en un principio, pensaba que era algo peor, pero el rostro de su amiga manifestaba inestabilidad y tensión. Lo veía en su ojos temblorosos y que no podían quedarse quietos.

Al menos para Jill, Leon no parecía ser un agente como ella lo describía.

—Renunciare a la misión—Indico con notoria seguridad, estaba absolutamente convencida de hacerlo.

—¡Qué! No puedes hacer eso Rebecca.

—Claro que puedo.

—No, no puedes... porque si lo haces tú historial estará manchado, no podrán tomarte en serio, así funciona esto.

—No me importa en lo más mínimo, pondré mi puesto de helados o daré clases independientes.

La dura expresión de Jill en respuesta a lo que decía pareció hacerla entrar en razón, aunque fuera por corto tiempo, segundos más tarde Rebecca dejó caer su cabeza en la mesa, manifestó un quejido muy sutil y con el pesar de su voz agregó—No renunciaré si es lo que quieres escuchar.

Su espeso lamento parecía único y justificable, hasta donde se podía. Jill la llevó a su departamento horas después, había bebido demasiado alcohol, solo pretendía darse un largo baño e irse a dormir si es que nada se interponía pero cuando se encontraba revisando si no tenía un mensaje importante, la notificación de Albert apareció con el característico sonido de su teléfono.

Rebecca se recostó en su cama cerrando sus ojos con aspereza, aquella animosidad que intentaba obtener se había esfumado, no tenía intenciones de tener algo más con Albert pero no sabía cómo decírselo. Tal vez había sido demasiado permisiva con él, quizás la primera impresión fue errónea provocando esto.

(...)

El sábado por la mañana se preparaba para ir al supermercado, era eso o morir de hambre comiendo no más que con mi congelada y procesada, cualquiera de las dos opciones estaban dentro de sus posibilidades.

Se vistió casual y ligera, tenía algunas marcas de no dormir mucho últimamente en su rostro por lo que se puso unos lentes de sol y salió del departamento. No buscaba demorarse demasiado y si alguien remotamente conocido la reconocía, tenía la idea de pasar de largo.

En todo caso mientras recorría los pasillos de Walmart en busca de víveres, no dudó en pensar si era cierto lo que Leon decía, acerca de que su integridad estaba en peligro al momento en que siga estando involucrada en la misión. Él no era un paranoico y ella tampoco, al menos hasta donde sabía . Dejando eso aún lado, se cuestionó si fue buena idea haber retirado a esos dos hombres que la escoltaban. Desconocía el alcance de esos tipos que tanto decía Leon, aunque la reconfortaba pensar que había pasado por tanto para que unos cuantos sujetos de dudosos orígenes impliquen severamente en su seguridad.

Tras una infructuosa charla mental. Al cabo de unos minutos tenía más de la mitad del carrito lleno, pero había un producto que le faltaba y que buscaba con urgencia.

"Donde rayos está el helado"

En un pasillo adyacente justamente en el mismo Walmart, Leon buscaba exactamente lo mismo aunque él ya había identificado dónde se encontraba, por lo que con prisa se precipitó hasta las neveras y comenzó a observar de qué sabor se llevaría, su concentración era tan fina que apenas prestó atención a su alrededor, una regla de oro en la academia donde había sido entrenado.

Cuando estoy contigo | Leon y RebeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora