NUEVE

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Harry

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Harry.

Removió su vaso portátil con café y leche de almendras que llevaba en la mano desde la cafetería de su padre y le dió el último trago largo antes de entrar al instituto donde había quedado con Stan que quería decirle algo.

Le envió un mensaje a Louis diciéndole que le llevaría el chocolate, pero que en vez de su taquilla se veían en la cafetería, ya que así podía ver a su novio antes y escuchar aquello tan importante que tenía para decirle, Harry esperaba que fuera su tan esperada proposición para ir al baile.

No había podido dormir en toda la noche por los nervios que corrían por su estómago, aunque no sabía separar si eran por la charla con Stan o por la conversación con Louis.

Se encaminó dentro del instituto intentando no mirar con envidia a la pareja que acababa de prometerse ir al baile juntos. A cada paso que daba se iba imaginando que hoy era ese momento y qué se podría encontrar, pues le había dado muchas pistas de lo que quería.

Se lo imaginó de pie en la entrada de la cafetería, con su cabello bien peinado y sus ojos brillando ante todo el amor que sentía por Harry, se imaginó que hubiera colgado un cartel, algo físico que luego pudiera guardar para recordar siempre ese momento y que un grupo a capela saliera de la cafetería y empezase a cantar mientras pétalos de rosa, que no había pensado de donde aparecerían, comenzarían a caer del cielo.

Sí, sin duda esperaba algo como eso. Pero cuando llegó ahí no había nadie fuera de la cafetería, cuando entró vio a Stan sentado en una mesa con su nariz enterrada entre dos libros y una libreta con una taza de café delante de él. No tenía pinta de que hubiera a haber pétalos, tampoco grupo a capela, ni siquiera petición de baile.

—Buenos días—Saludó mientras se acercó a él para darle un beso.

Pero Stan ni siquiera levantó la cara para mirarlo y cerró sus libros con un lento y matador silencio.

Harry se sentó en el espacio de enfrente y levantó las cejas algo confundido.

—¿Qué pasa?—Preguntó.

—No lo sé, tú dirás.

—¿El qué?—Preguntó sin entender su mirada ni su tono de voz.

—No sé, ayer por la tarde...

—¿Qué pasó? Estuve toda la tarde en el teatro con el grupo.

—Con el grupo y alguien más—Comentó.

—¿Qué me estás queriendo decir?

—Que anoche no solo me respondes dos horas tarde si no que me entero que era porque estabas de cena con Louis Tomlinson. ¿Ahora te van los rebeldes? ¿O es solo pena porque es un caso de caridad?

—¿Pero qué estás diciendo? Primero de todo ese comentario está fuera de lugar.

—¿Miento? ¿No pasaste la tarde con él?

Prom? {L.S}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora