Cap. 3.- Noche de fogata

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La vida en la secta Jintian resultó ser tranquila y apacible. Aunque sus enseñanzas con respecto al cultivo eran buenas, su organización era un desastre por lo que desde un principio Ling Wen se ofreció a ayudar en esa parte, y en poco tiempo los cientos de papeles y trabajos pendientes se organizaron debidamente. Durante el tiempo que se mantuvo organizando, Ling Wen enseñó a uno de los discípulos encargados como mantener todo en orden para evitar que todo se volviera un caos. Por su parte, Shi WuDu ayudó con los negocios de la secta con lo que sus ganancias aumentaron drásticamente. Murong Mao estaba muy agradecido con ellos, por lo que les permitió ir y venir como quisieran siempre y cuando no se alejaran por demasiado tiempo ya que aún estaba el peligro del devorador de la buena fortuna.

Así fue como pasaron cuatro años.

Ling Wen se había convertido en una de las maestras de la secta, que enseñaba a los alumnos caligrafía e historia, mientras que Shi WuDu se encargaba de los tratos comerciales de la secta. Y en el medio de sus actividades, ambos criaban a su hija. Pese a su corta edad, ZiYuan era una niña lista que aprendía rápidamente todo lo que se le enseñaba y era muy curiosa. Quería saberlo todo, por lo que había llegado a ese momento de la infancia donde preguntaba por todo.

— Papá, ¿por qué es necesario que llueva?— había preguntado durante una tarde lluviosa.
— Para asegurar el crecimiento de los cultivos— le había respondido Shi WuDu mirando por la ventana.
— ¿Por qué es importante cuidar los cultivos?
— Para tener comida. Siempre es importante tener comida.
— Oh…

Entonces la atención de la niña se dirigió a Ling Wen y preguntó:

— Mamá, ¿por qué hay que guardar bien los libros?
— Para mantener a salvo su conocimiento— dijo Ling Wen—. El conocimiento es la base de todo.
— ¿Junto con la comida?

Ling Wen se echó a reír sin poder evitarlo.

— Sí, junto con la comida— respondió al fin.

El tiempo de lluvias pasó, y el otoño llegó con la rapidez del viento. La pequeña familia tenía un pequeño pabellón en una parte alejada de la secta con su propio jardín, por lo que cuando Murong Mao se acercó lo primero que vio fue a Shi ZiYuan jugando con las hojas secas que habían sido apiladas por su padre. Shi WuDu observaba a la pequeña con los brazos cruzados y un leve gesto de agravio.

— A-Yuan, ¿por qué te gusta jugar así justo cuando todas las hojas están apiladas?— preguntó el dios.
— Porque es divertido saltar sobre ellas— dijo la niña con una sonrisa—. A-Yuan ayudará a papá a recogerlas todas.
— ¿Para que vuelvas a saltar sobre ellas? Olvídalo.

La niña soltó una risa cantarina. En ese momento Shi WuDu notó la presencia de Murong Mao y se dirigió a él.

— ¿Puedo ayudarlo en algo?— preguntó.
— Ah, no es nada. Solo quería hacerle una invitación para esta noche— dijo el maestro de secta—. Haremos una noche de fogata y me gustaría que estuvieran allí.
— ¡Hay que ir!— exclamó la niña—. Quiero asar un pescado.

Así, por la noche, la familia se dirigió a la plaza principal de la secta donde se encontraban todos los miembros reunidos. Algunos discípulos se habían reunido y tocaban música mientras el resto bailaba alrededor de la fogata.

— ¿Por qué no tengo registro de esto?— preguntó Ling Wen frunciendo el ceño mientras se acercaban.
— Los brazos del cielo no llegan tan lejos— le recordó Shi WuDu—. Por eso vivimos aquí.
— Cierto.

La visión de la gran fogata impresionó a Shi ZiYuan, que corrió a gran velocidad hacia ella, pero tropezó y fue sujetada por otro niño antes de que cayera.

— Ten más cuidado— le dijo gentilmente—. El suelo no merece una niña tan bonita como tú. ¿Cómo es que no te he visto antes?
— Vivo en el patio de atrás— dijo la niña—. Soy Shi ZiYuan, seamos amigos.
— Yo soy Shen Yang. Tengo pescado asado, ¿quieres?

Los dos niños se fueron. Ling Wen volteó a ver a Shi WuDu y soltó una risa burlona al ver su mirada oscura y molesta.

— ¿Estás celoso?— preguntó.
— Para nada— dijo el dios del agua—. Pero si ese mocoso le hace algo a mi hija…
— ¡Estás celoso!

Ling Wen se echó a reír a carcajadas y Shi WuDu la miró agraviado.

— ¿Es divertido burlarte de mí?— le preguntó.
— Sí, demasiado— dijo Ling Wen—. De hecho, yo soy la única persona a la que le divierte burlarse de tí.
— ¿Qué?

La diosa le tomó la mano al molesto dios y lo jaló suavemente diciendo:

— Relájate un poco. Ven, vamos a bailar.

La única vez que Shi WuDu y Ling Wen habían bailado frente a otras personas fue durante un festival de Medio Otoño en el cual algunos oficiales celestiales se habían reunido para tocar algo de música. La gran mayoría de los asistentes habían decidido que sería una buena idea dejar que el alcohol les hiciera efecto y estando emborrachados comenzaron a bailar. Pei Ming se había ido con una de las diosas menores y para evitar que algún oficial avaricioso molestara a Ling Wen, Shi WuDu le ofreció bailar. El baile en aquella ocasión había sido acartonado, para cubrir las apariencias de una relación que apenas comenzaba a florecer.

Sin embargo ahora, rodeados de un grupo de mortales que disfrutaban reunirse alegremente, se dieron cuenta que lo había iniciado como una unión práctica se había convertido en algo verdadero. Sus corazones estaban tan unidos como sus destinos el día que se casaron y descubrieron, con sorpresa, que la vida que llevaban era de su completo agrado. Tal vez, si se hubieran conocido antes de ascender, está sería la vida que llevarían en común.

De repente, Shi ZiYuan corrió hacia ellos, jalando sus túnicas para llamar su atención.

— ¡Yo también quiero bailar!— exclamó alzando los brazos.
— Ven aquí, princesa— dijo Shi WuDu cargando en brazos a su hija, y los tres siguieron disfrutando de la noche.

La princesa de las aguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora