Cap. 9.- Promesa

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Shi ZiYuan se sumió en un mutismo impropio de ella. Durante los días siguientes recibió insulsas muestras de pésame de sus compañeros discípulos, quienes en realidad se alegraban de ver sufrir a la niña mimada de la secta, y se le excusó de sus deberes durante tres meses, que era el periodo de duelo establecido por el reglamento del lugar.

Los primeros dos meses, la muchacha se quedó encerrada en su casa sin ánimos de salir. Las primeras semanas estuvo sumida en la tristeza por la muerte de su padre y la ausencia de su madre; dormía gran parte del día con la esperanza de poder ver a Ling Wen al menos en un sueño, pero eso no había pasado. Había esperado ver el alma de su padre siete días después de su fallecimiento, pero eso tampoco había sucedido.

De no ser por Shen Yang, se habría sentido totalmente abandonada. El muchacho no decía nada, algunas veces se limitaba a sentarse a su lado y la obligaba a comer de vez en cuando, manteniéndose a su lado esperando el momento en que su amiga se rompiera de una vez y dejará salir lo que había en su interior.

La lluvia caía en el exterior el día en que finalmente la chica lloró por su pérdida.

Cuando el tercer mes iniciaba, recordó a su tío, a quién desconocía por completo, y decidida a buscarlo salió de la secta Jintian acompañada por Shen Yang. Había rezado a Ling Wen esperando que su madre la escuchará y le dijera más sobre este tío suyo para poder encontrarlo; su única referencia era la estatua de la Señora del Viento así que se dirigió al templo del Agua y el Viento que solía visitar.

— ¿Y al menos sabes algo de este tío o vas a buscarlo a ciegas?— preguntó Shen Yang.

— Este... digamos que sé algo— respondió Shi ZiYuan evadiendo la pregunta.

Su padre le había hablado de él, claro, pero aún así no tenía claro cómo iba a reconocerlo cuando lo viera, por lo que su idea de mirar la estatua del templo seguía siendo su mejor idea. Ambos se detuvieron de golpe cuando vieron un grupo de gente profanando el templo. Shi ZiYuan se lanzó hacia aquel grupo antes de que Shen Yang pudiera reaccionar y cuando finalmente lo hizo la muchacha ya estaba en el interior del templo, que había sido saqueado.

— ¡ZiYuan!— exclamó abriéndose paso entre la multitud.

De repente, sintió una opresión en el pecho y una ola de energía espiritual salió disparada expulsando a la gente del templo. Cuando Shen Yang recobró el conocimiento, vio a Shi ZiYuan de rodillas frente al altar, con la mirada gacha. El templo había sido destruido completamente, a excepción de un par de estatuas sujetadas por la muchacha.

Esas estatuas eran ahora todo lo que tenía de su padre y de su tío.

En medio de ese templo desolado, Shi ZiYuan prometió que ascendería y buscaría al culpable para llevarlo ante la justicia... aún si se trataba solo de su propia justicia.

La princesa de las aguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora