Shi ZiYuan se encontraba recargada en el tronco de un árbol, con los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos cerrados. Al poco tiempo los abrió y sonrió al hombre que estaba frente a ella.
—Me alegra que haya venido —dijo.
—Tampoco es como si hubiera tenido otra opción —replicó He Xuan sin emoción.
—Eso no es verdad. Yo no lo obligaría.
He Xuan no dijo nada y Shi ZiYuan le indicó que la siguiera. Ambos avanzaron entre los bosques hasta que llegaron a las afueras del mismo, donde comenzaba un pueblo. Y justo frente a ellos pasó una mujer de mediana edad con un cesto en las manos.
—¡Miao-er, apresúrate! —exclamó—. Se nos hace tarde.
—Ya voy —dijo una muchacha corriendo tras ella.
He Xuan miró a las dos mujeres, impactado, para después mirar a su acompañante en busca de una explicación.
—Son las reencarnaciones de tu madre y tu prometida —dijo ZiYuan con una sonrisa que se volvió un gesto triste—. Su hijo murió en una tempestad, pero ellos no lo saben. Creen que los abandonó.
La calamidad de los mares frunció el ceño, como si se negara a creer lo que veía.
—¿Por qué? —preguntó al fin.
—Porque tú más que nadie merece estar con su familia —dijo Shi ZiYuan—. Puedes ir y vivir la vida que se te arrebató ahora que tienes la oportunidad, o puedes seguir hundiéndote en tu rencor. Es tu decisión.
—¿Sin trucos?
—Sin trucos.
El truco ya lo había sufrido ella, al otorgar la mitad de su poder espiritual para garantizar su paz, pero eso no tenía porqué saberlo, ni él ni nadie. El hilo del destino que los había enredado tan dolorosamente se había deshecho por fin. He Xuan volteó hacia las dos mujeres que se adentraban en el pueblo, pero antes de que pudiera irse, Shi ZiYuan lo llamó para entregarle un sencillo colgante.
—No quiero cargar sus cosas —dijo con tono risueño—. Espero que sea feliz y que no volvamos a vernos nunca más.
He Xuan miró el colgante, que contenía sus cenizas, y sonrió; dio media vuelta y avanzó al pueblo. Para cuando alcanzó a las mujeres, tenía la apariencia de un joven pescador.
—¡Yu-er! —exclamó la mujer, abrazándolo—. Sabía que volverías.
—Aquí estoy, madre —dijo He Xuan al borde de las lágrimas.
Desde el lindero del bosque, Shi ZiYuan observó a la familia alejarse y llevó una mano a su vientre, que comenzaba a abultarse.
—Bueno, general Bai Jing, veamos como me va siendo su madre ahora —dijo, alejándose de allí.
❁❁❁❁❁
Ah, los finales felices -sorbito a su café-
Y con esto damos final a esta historia. ¡Muchas gracias por su apoyo! ❤️ Se aprecia siempre, ya saben.
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La princesa de las aguas
FanfictionLing Wen y Shi WuDu se encuentran con un asunto inesperado que los hace bajar al mundo de los mortales. Cuando ese asunto les da una vida lejos de sus deberes en el cielo, un peligro inesperado comienza a acechar. Sin embargo, al final resulta ser o...