Lo primero que hicieron al llegar al mundo mortal fue buscar un médico. Para evitar atraer atención innecesaria, Shi WuDu y Ling Wen se habían dirigido a una aldea de comerciantes protegida por una secta local que iba ganando popularidad poco a poco. Luego de preguntar, visitaron al médico de la zona quien confirmó el diagnóstico del dios.
— Felicidades, señor— dijo el médico—. Su esposa está embarazada.
Shi WuDu sonrió como un esposo satisfecho para evitar preguntas incómodas y ambos decidieron pasar la noche en una posada. Una vez allí, lejos de miradas curiosas, el dios preguntó:
— ¿Qué quieres hacer? Sin importar tu decisión, yo estaré a tu lado.
— Déjame pensarlo, y te diré en unos días— dijo Ling Wen recostándose en la cama.
Durante la noche, la diosa repasó sus múltiples opciones, desde interrumpir el embarazo hasta dar en adopción a su bebé, sin embargo cualquiera de los dos le traía problemas: era probable que su salud, ya de por sí delicada por el exceso de trabajo, decayera aún más; y si solo abandonaba a su bebé sería cuestión de tiempo para que, si crecía, ascendiera al cielo y lo descubriera todo.
Ella estaba segura de que su hijo, de dejarlo vivir, sería extraordinario. Solo tenía que verse a sí misma y ver a su padre: de ninguna manera podría nacer un niño mediocre de ellos dos. Y un niño de ellos dos, que terminara por odiarlos debido a su abandono…
Tal parecía que la opción más segura era mantenerlo a su lado y criarlo como su hijo. Días después, cuando Ling Wen le comunicó su decisión a Shi WuDu, él le dijo algo que ella no solo no había esperado, sino que ni siquiera lo había contemplado.
— Entonces, ya que seremos una familia, deberíamos casarnos para evitarle una mala fortuna a nuestro hijo y llamar la atención lo menos posible.
Para ambos, llamar la atención lo menos posible era vital por dos razones: Ling Wen no deseaba ver manchada su reputación en el cielo, y Shi WuDu temía que la maldición que había perseguido a su hermano persiguiera a su hijo apenas llegara al mundo. Fue así que su ceremonia de matrimonio fue discreta y totalmente secreta. Al ser ambos dioses, no había necesidad de tener a un tercero oficiando la ceremonia.
Mientras las tres postraciones eran llevadas a cabo, ambos pensaron en la forma tan curiosa en que su aventura, iniciada durante un festival de Medio Otoño donde las cosas se les salieron de control, había terminado.
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La aldea tenía el nombre Jintian, el cual también era el nombre de la secta que residía allí. Dado que Ling Wen no había encontrado nada particular en sus registros sobre este sitio ambos decidieron que podían quedarse a vivir aquí, por lo que luego de enviar dos clones suyos a encargarse de sus deberes en la corte celestial, ambos decidieron establecerse aquí. Fue cuestión de tiempo para que consiguieran una vivienda y comenzaran a ejercer sus diversos oficios: Ling Wen retomó su antigua profesión de escribir cartas y sonetos para quien estuviera dispuesto a pagarle por ellos, mientras que Shi WuDu se dedicó al comercio, y rápidamente pudieron establecerse en el lugar.
— Eres bueno— comento Ling Wen un día, al tanto de las diversas negociaciones de Shi WuDu.
— Mi padre era comerciante y yo aprendí sus trucos del oficio— dijo el dios con orgullo. Un destello de amargura brilló en sus ojos cuando añadió—. En circunstancias ideales yo habría heredado su lugar.
Pero claro, eso no había sido posible. Shi WuDu sacudió la cabeza apartando los pensamientos que comenzaban a amontonarse en su cabeza y volvió a olvidarse del asunto, no tenía sentido pensar en las personas de su pasado; sus únicas preocupaciones ahora eran su hermano, su esposa y su hijo. O hija. El dios mantuvo la mirada en el vientre de su pareja, que comenzaba a notarse abultado, y dijo:
— Aún no hemos pensado un nombre para Baobei.
Ling Wen, que en ese momento había empezado a escribir un soneto, volteó hacia él.
— Es cierto— concedió, sonriendo con curiosidad—. ¿Cómo te gustaría llamarlo?
— ZiYuan— respondió Shi WuDu sin dudar—. Es un nombre que sirve tanto si es niña como si es niño.
Ling Wen se echó a reír, negando con la cabeza.
— Me niego a que ese sea su nombre si es niño— dijo.
— ¿Y qué nombre te gustaría si es niño?— preguntó Shi WuDu ocupando el asiento frente a ella.
— MingJing. ¿Que hay de su nombre de cortesía?
— Lo pensaremos cuando nazca.
Sin embargo, al final ambos fueron tomados por sorpresa. Meses después, mientras Shi WuDu se encontraba en el mercado local, Ling Wen comenzó a entrar en trabajo de parto y uno de los vecinos llamó al médico, de modo que cuando el dios del agua llegó, la diosa de la literatura estaba por dar a luz. Luego de horas, el médico salió indicando a Shi WuDu, que trataba de disimular su ansiedad:
— Puede pasar. Tuvo una niña.
Shi WuDu entró a la habitación con rapidez, viendo a Ling Wen con un pequeño bulto en brazos, y se acercó a su lado dirigiendo la mirada a la pequeña bebé que dormía tranquilamente.
— Creí que no llegarías— dijo la diosa.
— De todas formas no me habrían dejado entrar— dijo Shi WuDu.
— Eso es cierto.
Ambos se mantuvieron en silencio, mirando a su hija recién nacida. No habían planeado esto, pero estaban decididos a hacer su mejor esfuerzo para que resultara bien.
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La princesa de las aguas
FanfictionLing Wen y Shi WuDu se encuentran con un asunto inesperado que los hace bajar al mundo de los mortales. Cuando ese asunto les da una vida lejos de sus deberes en el cielo, un peligro inesperado comienza a acechar. Sin embargo, al final resulta ser o...