Cap. 4.- Divinidad revelada

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Shi ZiYuan miró a su alrededor con asombro. Había cumplido seis años, con lo que la secta finalmente la había dejado salir, no sin antes darle un medallón de protección, y lo primero que habían hecho sus padres fue llevarla a uno de los templos que se habían asentado en una aldea cercana.

Más concretamente, habían ido a un templo del Agua y el Viento.

La niña estaba encantada. ¡Era el templo más bonito que había visto! Lo cual no era mucho tomando en cuenta que era el primer templo que veía, aún así estaba segura de que sería el templo más bonito de todos. Pero estaba confundida, ¿por qué sus padres la habían traído aquí? Entonces sus ojos se fijaron en las dos estatuas que había en el altar: eran un hombre y una mujer tomados de las manos, cada uno sujetando un abanico con la mano libre. La niña se acercó al altar mirando fijamente la estatua del dios del agua y frunció el ceño.

— Esta imagen se parece a papá— dijo, mirando con disgusto la estatua de la diosa del viento—. ¿Y quién es ésta?

— Es tu tía— dijo Shi WuDu detrás de ella.

Shi ZiYuan volteó y sus ojos se abrieron ampliamente por el asombro. Su padre solía usar un sencillo conjunto blanco sin adornos de ningún tipo y su cabello solía estar apretado en un chongo; ahora, sin embargo, frente a ella estaba un hombre con un atuendo elegante blanco con azul ataviado con joyas y adornos, con un elegante peinado que mostraba parte de su cabello suelto. El hombre sostenía un abanico extendido en una de sus manos y lo cerró sonriendo a la niña, que lo reconoció a pesar de todo.

— ¡Papá!— exclamó alegremente, saltando—. ¡Mi papá es el dios del agua! ¡Increíble!

Shi WuDu le dio un leve golpe con el abanico y dijo en voz baja:

— Es un secreto. Ahora ven, papá te contará una historia.

Shi ZiYuan escuchó cómo fue que su padre y su tío (tío, no tía), ascendieron al cielo con poco tiempo de diferencia, y cómo las personas habían decidido que los señores del Viento y el Agua eran una hermosa pareja de esposos adorando al par de esa manera.

— Por supuesto, tu tío es feliz siendo una mujer a pesar de lo que le he dicho.

— Pero, papá. ¿Qué tiene de malo ser una mujer?— dijo la niña.

— Nada, mi cielo. Hay otro lugar al que debemos ir.

Shi WuDu retomó la apariencia sencilla que solía usar y salió del templo junto a su hija. Shi ZiYuan lo miró, tomó su mano mientras caminaban y preguntó:

— ¿A dónde vamos?

— Vamos con tu madre— dijo Shi WuDu—. Recuerda lo que te dije sobre tu tío.

La niña asintió mientras entraban a un templo dedicado a Ling Wen Zhen Jun. Allí, en el altar, Shi ZiYuan vio a un hombre vestido de negro frente al altar, con un peinado elegante pero funcional y adornos sobrios que resaltaban en el atuendo. La niña se ocultó detrás de su padre con un poco de temor, pero asomó el rostro cuando lo escuchó decir:

— A-Yuan.

— ¿Mamá?— inquirió Shi ZiYuan viendo como el hombre se transformaba en una mujer, con el mismo atuendo.

Ling Wen sonrió, extendiendo los brazos.

— Ven a darle un abrazo a mamá.

Shi ZiYuan sonrió alegremente corriendo hacia ella.

— ¡Mamá también es una diosa!— exclamó feliz.

¡Su mamá era el dios número uno de la literatura! ZiYuan estaba encantada. Es que... era sencillamente increíble para ella, sus papás eran personas adoradas por cientos de otras personas. Y aún así estaban allí con ella. Era genial. Era tan genial que debía mantenerlo en secreto o podrían hacerles daño.

— ¿Cuándo voy a poder ir con ustedes al cielo?— preguntó la niña saliendo del templo.

— ¿No sería mejor para tí entrar como una diosa?— preguntó Shi WuDu, mirando atentamente la reacción de la niña.

— ¿Eso se puede?— preguntó Shi ZiYuan con asombro.

— Si eres diligente y hábil, sin duda podrás— dijo Ling Wen.

Shi ZiYuan asintió con resolución. Siendo la hija de dos dioses, lo más lógico es que ella también fuera una diosa, ¿verdad? Aún si los cielos no estaban de acuerdo, ella les demostraría que estaban equivocados, de modo tal que cuando volvió a la secta Jintian, y con el consentimiento de sus padres, Shi ZiYuan pidió ser admitida como discípula de la secta.

Naturalmente, Murong Mao no se negó. Podía entrenar a esta niña en el cultivo de las armas y así podría ayudarla a defenderse del devorador de buena fortuna.

La princesa de las aguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora