Shi ZiYuan tenía ocho años cuando el peligro volvía a cernirse sobre ella.
Se había convertido en una de las discípulas más diestras de la secta Jintian, a tal grado que cuando fuera más grande podría pasar a ser una de las discípulas principales. Esto no fue sorpresa ni para Shi WuDu ni para Ling Wen, que tenían una gran confianza en el potencial de su hija y sinceramente no esperaban menos de ella. Tal vez fuera algo arrogante, pero ambos estaban seguros de que la niña sería alguien excepcional.
Y como una forma de celebrar su excelente desempeño, ambos dioses decidieron salir con la niña a pasear.
Esta vez, Ling Wen y Shi ZiYuan acompañaron a Shi WuDu a una de las ciudades del norte donde se encontraría con un potencial socio que le permitiría extender sus negocios a otras fronteras… aunque esto significaría que el dios del agua tendría que salir continuamente de viaje. Esto era un plan que él y Ling Wen habían acordado llevar a cabo en un tiempo indeterminado: los clones que habían dejado en el Tribunal Superior serían incapaces de seguir funcionando como debía ser y uno de ellos debía regresar para no levantar sospechas y avisar al otro cómo iban las cosas con su respectivo clon. Aún no sabían en que momento tendrían que hacerlo, pero mientras está sería una buena coartada.
— Entonces, mientras papá esté arriba diremos que se fue a un viaje de trabajo— repasó ZiYuan mientras caminaba junto a sus padres.
— Así es— confirmó Ling Wen.
— ¿Y qué va a pasar el día que tengan que irse los dos?— preguntó la niña—. ¿Van a fingir su muerte o algo así?
— Esperemos no tener que llegar a eso.
Shi ZiYuan infló las mejillas y luego resopló con disgusto, un gesto que sus padres decidieron dejar pasar. La negociación fue viento en popa y no hubo nada realmente preocupante durante su permanencia en ese sitio.
Fue justo cuando se preparaban para regresar que todo sucedió: una criatura enorme apareció rugiendo y comiéndose a cuánta gente se encontraba en su camino. Era el devorador de la buena fortuna, que se detuvo olfateando al notar algo girando su cabeza hacia la familia, y más concretamente, a la niña que llevaba buscando durante varios años. Shi WuDu alcanzó a empujar a Ling Wen y a Shi ZiYuan a un callejón en el momento justo que una espada se clavaba en la espalda de la bestia y se vio obligado a entrar al mismo callejón, desde el cual vio a Pei Ming aparecer junto a su propio clon.
El dios del agua maldijo la mala coincidencia y se asomó por el callejón. Ciertamente, al general Pei no le pasaba nada anormal ya que este era su territorio: era el clon quien empezaba a mostrar problemas. Shi WuDu no se sorprendió por esto, llevaba ocho años de trabajo ininterrumpido, claramente iba a mostrar un deterioro. En ese momento, la criatura arrojó al dios marcial a varios metros de distancia y, fuera de su vista, devoró al clon.
— Maldición— murmuró el dios elemental cerrando los ojos.
— Ve— dijo Ling Wen—. Estaremos bien.
No le agradaba tener que separarse de él… pero así eran las cosas. Ling Wen trató de convencerse a sí misma que no era una separación total, pero aún así la tristeza era patente en ella cuando se despidió del dios.
— Papá…— llamó Shi ZiYuan extendiendo los brazos.
— Papá tiene que irse— dijo Shi WuDu acariciando su cabeza—. Pero volveré pronto, ¿bien?
El dios suspiró profundamente, dirigió una última mirada a su esposa y su hija, y se fue. La fachada sencilla que solía usar se desvaneció dejando a la vista su porte imponente y su aura divina resurgió, con un movimiento fluido desplegó su abanico lanzando un golpe a aquella criatura, que fue atacada nuevamente por el dios marcial del norte hasta que huyó. Pei Ming se acercó a Shi WuDu y luego de asegurarse que estaba bien dijo:
— Creí que te había comido.
— ¿Una cosa tan inferior cómo esa?— replicó Shi WuDu sacudiendo una manga de su túnica—. No tiene el derecho.
Desde el callejón, Shi ZiYuan observó a su padre alejarse con la boca abierta. Era la primera vez que veía a alguien desplegar tanto poder y estaba asombrada. La niña decidió que sería la discípula más fuerte de su secta, y sería la diosa más fuerte de la corte celestial.
— Tenemos que volver— dijo Ling Wen tomando su mano.
La niña asintió, siguiendo a su madre. Era una pena que no pudiera decirle a nadie lo genial que era su papá.
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La princesa de las aguas
FanficLing Wen y Shi WuDu se encuentran con un asunto inesperado que los hace bajar al mundo de los mortales. Cuando ese asunto les da una vida lejos de sus deberes en el cielo, un peligro inesperado comienza a acechar. Sin embargo, al final resulta ser o...