Cap. 5.- Separación

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Shi ZiYuan tenía ocho años cuando el peligro volvía a cernirse sobre ella.

Se había convertido en una de las discípulas más diestras de la secta Jintian, a tal grado que cuando fuera más grande podría pasar a ser una de las discípulas principales. Esto no fue sorpresa ni para Shi WuDu ni para Ling Wen, que tenían una gran confianza en el potencial de su hija y sinceramente no esperaban menos de ella. Tal vez fuera algo arrogante, pero ambos estaban seguros de que la niña sería alguien excepcional.

Y como una forma de celebrar su excelente desempeño, ambos dioses decidieron salir con la niña a pasear. 

Esta vez, Ling Wen y Shi ZiYuan acompañaron a Shi WuDu a una de las ciudades del norte donde se encontraría con un potencial socio que le permitiría extender sus negocios a otras fronteras… aunque esto significaría que el dios del agua tendría que salir continuamente de viaje. Esto era un plan que él y Ling Wen habían acordado llevar a cabo en un tiempo indeterminado: los clones que habían dejado en el Tribunal Superior serían incapaces de seguir funcionando como debía ser y uno de ellos debía regresar para no levantar sospechas y avisar al otro cómo iban las cosas con su respectivo clon. Aún no sabían en que momento tendrían que hacerlo, pero mientras está sería una buena coartada.

— Entonces, mientras papá esté arriba diremos que se fue a un viaje de trabajo— repasó ZiYuan mientras caminaba junto a sus padres.

— Así es— confirmó Ling Wen.

— ¿Y qué va a pasar el día que tengan que irse los dos?— preguntó la niña—. ¿Van a fingir su muerte o algo así?

— Esperemos no tener que llegar a eso.

Shi ZiYuan infló las mejillas y luego resopló con disgusto, un gesto que sus padres decidieron dejar pasar. La negociación fue viento en popa y no hubo nada realmente preocupante durante su permanencia en ese sitio.

Fue justo cuando se preparaban para regresar que todo sucedió: una criatura enorme apareció rugiendo y comiéndose a cuánta gente se encontraba en su camino. Era el devorador de la buena fortuna, que se detuvo olfateando al notar algo girando su cabeza hacia la familia, y más concretamente, a la niña que llevaba buscando durante varios años. Shi WuDu alcanzó a empujar a Ling Wen y a Shi ZiYuan a un callejón en el momento justo que una espada se clavaba en la espalda de la bestia y se vio obligado a entrar al mismo callejón, desde el cual vio a Pei Ming aparecer junto a su propio clon.

El dios del agua maldijo la mala coincidencia y se asomó por el callejón. Ciertamente, al general Pei no le pasaba nada anormal ya que este era su territorio: era el clon quien empezaba a mostrar problemas. Shi WuDu no se sorprendió por esto, llevaba ocho años de trabajo ininterrumpido, claramente iba a mostrar un deterioro. En ese momento, la criatura arrojó al dios marcial a varios metros de distancia y, fuera de su vista, devoró al clon.

— Maldición— murmuró el dios elemental cerrando los ojos.

— Ve— dijo Ling Wen—. Estaremos bien. 

No le agradaba tener que separarse de él… pero así eran las cosas. Ling Wen trató de convencerse a sí misma que no era una separación total, pero aún así la tristeza era patente en ella cuando se despidió del dios. 

— Papá…— llamó Shi ZiYuan extendiendo los brazos.

— Papá tiene que irse— dijo Shi WuDu acariciando su cabeza—. Pero volveré pronto, ¿bien?

El dios suspiró profundamente, dirigió una última mirada a su esposa y su hija, y se fue. La fachada sencilla que solía usar se desvaneció dejando a la vista su porte imponente y su aura divina resurgió, con un movimiento fluido desplegó su abanico lanzando un golpe a aquella criatura, que fue atacada nuevamente por el dios marcial del norte hasta que huyó. Pei Ming se acercó a Shi WuDu y luego de asegurarse que estaba bien dijo:

— Creí que te había comido.

— ¿Una cosa tan inferior cómo esa?— replicó Shi WuDu sacudiendo una manga de su túnica—. No tiene el derecho.

Desde el callejón, Shi ZiYuan observó a su padre alejarse con la boca abierta. Era la primera vez que veía a alguien desplegar tanto poder y estaba asombrada. La niña decidió que sería la discípula más fuerte de su secta, y sería la diosa más fuerte de la corte celestial. 

— Tenemos que volver— dijo Ling Wen tomando su mano. 

La niña asintió, siguiendo a su madre. Era una pena que no pudiera decirle a nadie lo genial que era su papá.

La princesa de las aguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora