Cap. 14.- El espíritu del Brocado

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El Palacio de la Literatura estaba en un extraño silencio. Los discípulos se habían retirado al haberse terminado sus deberes ese día, el lugar estaba sumido en una falsa calma.

Entonces un grito rompió la quietud.

— ¡Suéltala!

Ling Wen estaba muriendo. Debió haberlo previsto, pero su prioridad en ese momento era su hija, tenía que advertirle sobre el peligro que le esperaba por lo que no pensó que algo como esto pudiera pasarle. Desde que había recuperado el Brocado Inmortal lo llevaba puesto durante gran parte del día más que nada como una forma de defensa personal, por si He Xuan había descubierto su relación con Shi WuDu y fuera a buscarla en busca de venganza.

Pero sus suposiciones fueron incorrectas: el rey fantasma de los mares había fijado su atención en la recién ascendida diosa del agua.

Así que Ling Wen llamó a Shi ZiYuan y le contó lo que había pasado en aquella calamidad celestial en la que la chica había perdido a su padre. La desgraciada calamidad en la que ella había perdido a su esposo. La diosa de la literatura había sabido todo cuando se encontró con Shi QingXuan y él le contó cómo había sucedido todo. Shi ZiYuan estaba impactada y con sentimientos divididos: ella sabía que su padre había recibido su merecido, por mucho que le doliera admitirlo, pero aún así no pudo evitar sentirse mal cuando supo lo que pasó antes de su muerte.

El amor era así, supuso. No puedes evitar sentir pena por la desgracia de tu persona amada, aunque hubiera sido consecuencia de sus acciones.

Ambas pasaron el rato para tratar de aligerar el ambiente, recordando el tiempo que habían pasado como una familia en la secta Jintian; y Shi ZiYuan comenzó a molestar a Ling Wen pidiendo detalles sobre cómo había iniciado su relación con Shi WuDu y si realmente se habían querido. Y cuando la diosa reconoció que había amado al fallecido dios, su rostro ojeroso se volvió ceniciento y se llevó una mano al pecho derrumbándose en el suelo.

— ¡Mamá!— exclamó Shi ZiYuan arrodillándose a su lado.

Ling Wen había perdido el aliento. Se había olvidado por completo que llevaba puesto el Brocado Inmortal, y el espíritu que habitaba la prenda se había sentido traicionado al escucharla por lo que ahora estaba tomando represalias. Shi ZiYuan trataba desesperadamente de separar la túnica del cuerpo de su madre, sin tener éxito, y Ling Wen sujetó su mano con sus últimas fuerzas.

— Está... bien— dijo.

— No. ¡No!— se negó Shi ZiYuan—. General Bai Jing, por favor no me quite a mi madre. Se lo suplico.

La diosa de la literatura estaba sorprendida. Ella nunca le había hablado a su hija de Bai Jing más allá de lo que ya le había dicho, ¿cómo adivinó su nombre? Shi ZiYuan no prestó atención a la expresión atónita de su madre, la chica se llevó una mano a la boca mordiendo con violencia para desgarrar la piel y dejó caer la sangre en el suelo, comenzando a dibujar una matriz de invocación.

— General, le propongo un trato— dijo la chica—. Deje ir a mi madre, yo tomaré su lugar. Use mi cuerpo como su recipiente para desgarrar.

— ¡ZiYuan!— exclamó Ling Wen, agonizante—. No puedes...

— Por supuesto que puedo— dijo Shi ZiYuan—. Él merece tener una vida y yo se la voy a dar.

La matriz había sido completada, y una luz rojiza inundó el lugar. Cuando se desvaneció, para sorpresa de ambas vieron una pequeña luz fatua que flotaba distraídamente por el lugar con lentitud. Shi ZiYuan rodeó aquella luz con delicadeza entre sus manos y la atrajo hacía sí usando su propio núcleo dorado para fortalecerlo. Ling Wen miró a su hija y abrió la boca para preguntarle qué iba a hacer, pero ZiYuan se adelantó diciendo:

— Mi poder espiritual es fuerte, confío en que así podrá volver al ciclo de reencarnación. El Brocado Inmortal dejó de ser un peligro.

La princesa de las aguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora