Cap. 20.- La paz después de la tormenta

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Pei Ming y Ling Wen esperaban en la costa cuando el navío conducido por Shen Yang llegó a tierra. El joven fue el primero en bajar siendo seguido por Shi WuDu y Shi ZiYuan. La muchacha corrió hacia la diosa en cuánto estuvieron cerca y la abrazó con fuerza.

—Estamos bien —dijo—. Y encontré a papá.

Los ojos de Ling Wen se encontraron con los de Shi WuDu en el momento que se separó de su hija y corrió a su encuentro, deteniéndose al quedar frente a él, poniendo las manos en sus mejillas.

—Estás aquí —dijo—. De verdad estás aquí.

Shi WuDu vio llorar a Ling Wen por primera vez en su vida, y se acercó a ella rodeándola con los brazos, acariciando su cabeza con suavidad dándole consuelo mientras la diosa ocultaba el rostro en su pecho. 

—Realmente estoy aquí —susurró con dulzura.

Shen Yang tomó la mano de Shi ZiYuan y la chica le sonrió recargando la cabeza en su hombro.

—Casi parece un sueño —dijo.

Un sueño con un amargo regusto: la chica sintió como una ola mojaba sus pies y al mirar hacia abajo, vio un sencillo colgante en la arena. La alegría de su mirada se desvaneció cuando lo tomó con cuidado, sustituida por la tristeza; y miró hacia el horizonte, donde pudo distinguir una figura oscura sumergiéndose en el océano.

"Encontraré una forma de ayudarle", pensó guardando el colgante en su bolsa Qiankun. "Él también merece ser feliz".

Se preguntó si podría buscar a los agentes del inframundo para solicitar su ayuda en algo que se le acababa de ocurrir.

—Luces bastante bien para estar muerto —bromeó Pei Ming saludando a su amigo.

—Ya extrañaba tus bromas de mal gusto —dijo Shi WuDu con una risa, para después mirar alrededor—. ¿Dónde está QingXuan? ¿Está bien? ¿Lograron encontrarlo?

—Está bien —dijo Ling Wen—. Pero no quiso venir.

Shi ZiYuan y Shen Yang se acercaron.

—No te preocupes —dijo la muchacha—. Tiene mucho que procesar.

—Lo sé. Aunque esperaba verlo. 

Shi WuDu suspiró con tristeza y luego miró a los dos jóvenes con sospecha.

—¿Ustedes dos están saliendo? —preguntó. 

—Sí, señor —dijo Shen Yang sin inmutarse.

Shi ZiYuan sonrió, dirigiendo una segunda mirada al océano, más tranquila de que todo había terminado por fin.

La princesa de las aguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora