Cap. 2.- El devorador de la buena fortuna

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Había algunas cosas que no cambiaban.

El nacimiento de su hija había traído a Shi WuDu el recuerdo lejano del nacimiento de su hermano, que sería el inicio de su desgracia. Fue por eso que había decidido mantener un perfil bajo, manteniéndose al margen de eventos importantes en los que pudiera atraer atención innecesaria y, sobre todo, se había negado terminantemente a escuchar vaticinios futuros sobre el destino de su hija. Ya que no había podido ser un buen hermano mayor que garantizara la seguridad de su hermanito, trataría de ser un buen padre para garantizar la seguridad de su hija. 

No había podido hacer nada por QingXuan, así que lucharía con todas sus fuerzas por ZiYuan.

Sin embargo, el aura de buena fortuna del clan Shi era algo codiciado por cientos de criaturas, y de todas éstas existía una a la que el cielo había llamado burdamente El devorador de la buena fortuna. Un nombre tan burdo correspondía a la forma burda en la que actuaba: una vez que elegía su presa, se dejaba de rodeos y la perseguía para devorarla inmediatamente consumiendo de ese modo su aura de buena suerte, cultivando esa energía para despertar su propia consciencia y conseguir un cuerpo humano para dejar atrás su forma de bestia.

Tal vez esto fuera el karma por los crímenes cometidos, o un simple asunto de mala suerte, pero el devorador de la buena fortuna comenzó a perseguir a la pequeña Shi ZiYuan cuando ella tenía solo cuatro meses de edad.

No había ni un solo rastro de lo que iba a pasar: era un día tranquilo y apacible. Para Ling Wen, que estaba acostumbrada a soportar toneladas inhumanas de trabajo el cuidar de una bebé era como vacaciones. No era sencillo, pero al menos en estas circunstancias podía permitirse descansar un poco sin preocuparse por que algo fuera a salir mal. De vez en cuando la diosa de la literatura salía a recorrer Jintian con su hija en brazos, ZiYuan era una niña tranquila de carácter apacible que casi no lloraba, por lo que en algunas ocasiones Ling Wen solía acompañar a Shi WuDu cuando iba al mercado. Esta vez no había sido la excepción: mientras el dios del agua estaba inmerso en un trato con otro comerciante, Ling Wen había decidido salir al exterior para pasear un rato.

Y fue en ese instante cuando la bestia atacó.

El devorador de la buena fortuna era una criatura que andaba a cuatro patas, de una estatura descomunalmente alta y piel cubierta de pelo hirsuto y negro. Su rostro era plano, con dos ranuras a la altura de la nariz, dos ojos amarillentos y una gran boca llena de colmillos que sobresalían de sus labios. Las ranuras que eran su nariz se ensancharon en el momento que apareció ante Ling Wen y un gruñido emergió de sus labios, el cual se convirtió en un estruendoso rugido.

Ling Wen no era una deidad marcial, y su fuerza espiritual como diosa no era suficiente para enfrentarse a esa cosa por lo que hizo lo único que consideró prudente: correr. Cubriendo a su pequeña hija, la diosa corrió en dirección al mercado, pero la criatura era demasiada veloz y la alcanzó en pocas zancadas abriendo desmesuradamente su aterradora boca para tomar lo que había venido a buscar. En ese momento, antes de que pudiera alcanzarla, un talismán se pegó a su rostro explotando al poco tiempo dando a Ling Wen tiempo suficiente para alejarse; Shi WuDu corrió a su encuentro y preguntó:

— ¿Están bien?

Ling Wen asintió sin decir nada. Shi WuDu volteó hacia el devorador en el momento que la bestia rugió con furia, molesto por haber perdido la presa que estaba a punto de alcanzar. Shi WuDu se preparó para crear otro talismán, pero en ese momento una red dorada cayó encima de la bestia y un grupo de personas la rodeó alzando sus espadas. Los cultivadores de la secta Jintian habían llegado, por lo que el dios decidió dejar que ellos se encargaran de la criatura. La bebé en brazos de Ling Wen se agitó y empezó a llorar, lo que provocó que el devorador se agitara frenéticamente, liberándose de su prisión para correr hacia la pareja.

En ese instante Shi WuDu sacó un abanico y lo desplegó, lanzando una poderosa ola de poder espiritual que lastimó seriamente a la bestia, cortando su cuerpo, y ésta se alejó con un chillido lastimero. Shi WuDu cerró los ojos soltando el abanico, que cayó al suelo hecho pedazos; y al abrir los ojos vio a los cultivadores frente a él. Uno de ellos, el que parecía ser el líder del grupo, dio un paso frente a él y dijo:

— Por favor, acompañenme.

°°°°°

La secta Jintian estaba al pie de un monte rico en energía espiritual perfecta para favorecer el cultivo. Había diversos pabellones distribuidos a lo largo del lugar, todos con fachadas sencillas a excepción del pabellón principal, que era donde el líder de la secta atendía los asuntos importantes: este pabellón tenía una fachada imponente de color verde menta que llamaba la atención de quien lo viera.

Su interior, sin embargo, era sencillo y austero, lo que indicaba que ese era un espacio funcional más que una sala de ocio. En el escritorio se encontraba un hombre de mediana edad con rasgos juveniles conservados por el alto nivel de su cultivo, de cabello castaño claro, de ojos almendrados y piel del color del trigo, que usaba túnicas de color turquesa. Su mirada se fijó en el hombre de sencillo atuendo blanco, después en la mujer de ropas negras para mirar a la bebé envuelta en una manta.

— Mis discípulos mencionaron que el devorador de la buena fortuna intentó atacarlos— dijo—. ¿Puedo saber sus nombres?

— Mi nombre es Shi Yuanfen— dijo Shi WuDu sin rechistar—. Ella es mi esposa NanGong Jie, y tenemos poco tiempo viviendo aquí.

— Y sin embargo, usted fue capaz de repeler el ataque de la bestia.

— Solía cultivar en mi infancia, por lo que sé algunas cosas. Sin embargo mi núcleo dorado se volvió defectuoso y decidí retomar el negocio de mi familia. 

Ling Wen admiró secretamente la habilidad de Shi WuDu para mentir con respecto a su identidad y sonrió, bajando la mirada para observar a ZiYuan, pero aún así manteniéndose atenta a la conversación.

— Creo que lo mejor sería que los tres vivieran aquí— dijo el líder de secta—. O, si lo desea, que su esposa y su hija vivan aquí.

Shi WuDu arqueó una ceja y se cruzó de brazos.

— Está muy equivocado si cree que le confiaré la protección de mi familia a un desconocido— dijo—. Ni siquiera ha tenido la decencia de presentarse.

— Me disculpo, las cosas importantes suelen estar primero en mi atención— dijo el hombre—. Mi nombre es Murong Mao. Tal vez pueda ayudarle con su núcleo inestable, y su hija podría cultivar aquí si es lo que desea.

Shi WuDu y Ling Wen se miraron uno al otro, consultando con la mirada qué deberían hacer, y al final el dios asintió.

— De acuerdo— dijo—. Aceptaremos su ofrecimiento.

La princesa de las aguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora