Capítulo 3

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No puedo creer que Liam esté aquí otra vez. Me he acostumbrado tanto a tenerlo lejos que me es difícil acostumbrarme a las sensaciones de mi cuerpo cuando lo tengo cerca.

Sensaciones que siempre estuvieron ahí. Pero que creí que había conseguido controlar. Claramente no fue así. Le hizo falta nada más acercarse a mí para hacer que mi corazón se acelere, que la sangre comience a correr por mis mejillas calientes y que mis ganas de tocarlo sean ridículamente incontrolables.

Por eso mismo, decidí sacar todas mis ganas con alguien más. Fui a una fiesta con Dafne. Ella se encontraba bailando muy cómodamente con una chica cuando le dije que iría al baño.

Me encontré con un chico que se ofreció a ayudarme así que me lié con él y pude bajar mis ansías un poco. Pero el jodido de Liam sigue allí.

—¿Dónde fuiste? —me pregunta mi amiga cuando regreso.

—A ningún lado.

—Tienes todo el labial corrido.

—Bueno... me besé con un chico. Nada más.

Me mira en forma de advertencia.

—Nos tocamos un poco... ¿y tú? Tienes cara de haberte liado con alguien. ¿La chica?

—Sí. Regular. Ahora mi mirada está en el chico de allí. —señala con la mirada a un chico rubio, alto y con complexión física de gimnasio.

Es curioso que su gusto en chicos sea completamente opuesto a su gusto en chicas. Pero ya. Sí le gusta, le gusta.

Bailamos un rato más. Tomé unos cuantos vasos de alcohol. Dafne se fue con el chico y me quedé sola durante un tiempo. No me preocupa.

—¡Avery! —grita detrás de mí.

—¿Mejor que la chica? —indago.

—Al decir verdad, sí. Es lo bueno de estar abierta a las posibilidades. —dice con una sonrisa—. Oye, ¿por qué no llamas a Liam para que venga a buscarte? Yo me quedaré un rato más, besuqueándome con él. Luego iré directa a casa, lo prometo.

—¿Qué dices? No voy a dejarte sola. Me quedo contigo. —aclaro.

—Tranquila, te mando mi ubicación. No estamos lejos de casa. Y no me iré con ningún extraño, tampoco beberé más alcohol. Estaré bien. —explica cómo si yo fuera su madre.

Dudo visiblemente.

—¿Estás segura? ¿No quieres que me quede? —pregunto otra vez.

—Ve, me mantendré en contacto. Te avisaré cuando llegue a casa.

—De acuerdo. Pégale a cualquiera que intente sobrepasarse contigo. Y te juro que si no me avisas cuando llegues, voy a buscarte y a matarte yo misma ¿oíste? —la amenazo, medio en broma medio en serio.

—Ya mamá oso, se cuidarme —se burla—. Tú estarás bien, ¿no? Irás directo a casa con Liam.

Asiento.

—Bien. Adiós, te quiero.

—Te quiero. —respondo y desaparece.

No quiero tener que llamar justamente a Liam para que venga a buscarme. Es tarde y no quiero molestarlo. Pero el alcohol se me ha subido bien a la cabeza. Mis pensamientos se entremezclan.

Salgo a la calle y la brisa me pega en el rostro. Es reconfortante. Tomo asiento contra la pared.

Agarro mi celular y marco su número temblorosa. Hace más de un año que no hacía esto. Escucho los pitidos de la línea.

Limerencia [Libro 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora