Limerencia [Libro 2]

Capítulo 18

Avery
 

¿Alguna vez has tenido un presentimiento? Esa sensación que te recorre el cuerpo de pies a cabeza diciendote que hay algo que no está bien.  

Así abrí los ojos. 

Que Liam aparezca en medio de la noche borracho, hablando de cosas sin sentido, hablando como si no nos quedara tiempo… jamás lo había visto así. Y lo conocía a tal punto que podía estar segura de que algo pasaba. 

Liam estaba sentado en el borde de la cama con la cabeza sobre las manos, casi agarrándose el cabello. Tragué con fuerza y me incorporé. Apoyé una mano en su espalda y él se sobresaltó volteandose para mirarme. 

—¿Qué sucede Liam? 

Sus ojos se suavizaron… de angustia. Había algo que quería decirme. Algo que lo estaba matando. 

El corazón me empezó a retumbar en el pecho. 

Su mano fue a mi mejilla, su pulgar acariciando tan dulcemente como siempre. 

—Liam…

—Solo dime que todo estará bien. Por favor —se acostó sobre mis piernas, abrazándome. Comencé a acariciar su cabello. Sentí que su respiración se volvió más profunda, estaba mejor. Aunque lo seguía sintiendo tenso.

—Todo estará bien, Liam. Te lo prometo. 

Nos quedamos así, en silencio. La incertidumbre me estaba matando. 

—¿Qué te sucedió anoche? Tú no eres así. 

—Tal vez estaba intentando decirte algo, pequeña y fue la única manera que encontré para hacerlo. 

—Liam, me estás preocupando. Dime qué ocurre. 

Se incorporó y me miró. 

¿Qué era? Sus ojos me seguían mirando igual que siempre, con ese brillo que existía entre nosotros. Creí que tal vez ahora que Dafne se había enterado de lo nuestro necesitaba un tiempo para que las cosas se calmaran, estaba bien, podía hacer eso. Esperarlo. Después de todo lo esperé toda mi vida. 

—¿Necesitas tiempo? Sé que no está saliendo como lo planeamos, pero podemos solucionarlo ¿verdad? Ahora que Dafne lo sabe no tenemos que ocultarnos más…

—Nena, detente un segundo. Necesito que me escuches. 

Abrí la boca pero no me salió nada. Jugué con mis dedos, inquieta. Sentí que él tenía la necesidad de tocarme, de mirarme más de lo habitual lo cual creí que no era posible. 

Apoyó su frente contra la mía respirando agitadamente. 

—Perdoname, por favor. Lo siento, pequeña. Lo siento tanto.

—Liam, ¿por qué debería perdonarte? ¿Qué hiciste? 

—Esto no debería haber pasado así. 

—¿Qué cosa? 

Ya estaba fuera de mis casillas, ¿qué podía ser tan malo para que se sienta así? Para que mirara como si supiera que nunca más lo haría. 

—Me voy. 

El remolino dentro de mi cabeza se detuvo de repente. 

Mi mundo se detuvo. 

Mi corazón dejó de latir. 

Ni siquiera pude soportar mirarlo. Sabía que me estaba observando con miedo, con los ojos azules húmedos, apretando la boca para evitar sollozar, con las cejas hundidas en angustia. Con dolor.