Capítulo 21

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Avery

¿Qué es lo que estoy haciendo? ¿Por qué le dije que sí? 

Tal vez en parte porque tenía razón, iba a tener que verlo y tratar con él sin importar lo que nosotros hayamos tenido. Pero por otra parte... lo extrañaba quería saber que era de su vida ahora. Tenía una insistente necesidad de saber como vivía. 

¿Por qué desapareció por tanto tiempo? 

Avanzamos en silencio por la calle yo lejos de él, él presionandome un poquito para poder acercarse. 

—No hablas ¿o qué? —preguntó. 

Lo miré otra vez. Con rabia. Con ganas de gritarle. Porque no podía soportar tenerlo cerca después de todo lo que pasó. 

—Sí, hablo. Lo que pasa es que no me interesa hablar contigo. 

—Que inmadura, pequeña. 

Pequeña. 

No, no tenía derecho de llamarme así. No ahora. 

—No me llames así. 

—¿Por qué? 

—Porque no. 

—Wow, ¿cómo no se me había ocurrido antes? —se burló.

—De verdad. Eres insoportable. No tienes derecho de llamarme así. 

—De hecho, creo que soy el único que puede llamarte así. ¿O tienes a otra persona que te llame así ahora? 

Ahí estaba. Lo que temía: que traiga el pasado aquí. Yo no estaba preparada para que él me diga que ya tenía a alguien nuevo, lo cual era seguramente el caso. Era inútil, estúpido. Tanto él como yo teníamos el derecho de estar con quien quisiéramos. Pero no se sentía bien, no para mí. Imaginármelo con otra persona... me dolía dentro. 

Como cuando era una niña. 

—No hagas eso —lo detuve. 

—¿Qué cosa? 

—Preguntarme esas cosas. No tienes porqué saber si estoy o no con alguien. 

Me miró distinto. Como ¿dolido? ¿Asustado? 

—¿Por qué no? 

—Porque no eres mi amigo, y no eres quien para saber sobre mi vida personal. 

Eso pareció golpearlo más fuerte. Como si cayera en la cuenta de que nuestra relación se había roto. De principio a fin. Éramos distintos. Yo era distinta. No me gustaba verlo así, jamás podría soportar verlo dolido. Sufriendo. Pero el tiempo nos cambia. 

Se sentía casi como si tuviéramos que volver a conocernos. 

—De acuerdo. No preguntaré nada. Solo trabajo. 

—Bien. 

—Sube —ordenó. 

Su voz me hizo temblar de pies a cabeza de las mejores formas posibles.

Desnudate, pequeña. Quiero verte entera. 

—¿A dónde? —le pregunté sin entender. 

Señaló la moto. 

—Ahí.

¿Ahora tenía una moto? ¿Y quería que me suba ahí con él? ¡Ja! 

No. 

—Estás bromeando, ¿verdad? Muy gracioso.

Me miro muy serio y se cruzó de brazos. Dándome a entender de que hablaba muy enserio. 

Limerencia [Libro 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora