O2.

152 19 1
                                    

Camina por el pasillo con pesadez. Sus ojos aún se cierran por inercia de tan temprano que es. Aclara su vista, mirando el reloj de la pared. Es circular, de color rojo y los números son grandes y negros. 6 AM. No sabe por qué Zabdiel siempre tenía que levantarse tan temprano y hacer tanto ruido.

—¿Qué buscas? — Pregunta, suave y con temor, viendo al alfa caminar por toda la pequeña cocina.

El rizado parece asustarse. Sólo para sus pasos y voltea a verlo por sobre su hombro.

—Vuelve a la cama. Es muy temprano para ti.

—Me has despertado, ya no tengo sueño. — Miente, ocultando un bostezo detrás de su mano.

El alfa asiente, volviendo a su trabajo de, al parecer, revolver toda la cocina.

—¿Qué buscas? — Le repite el omega, un poco más fuerte.

—¿Has visto el frasco azul, grande?

—Debe estar en la habitación o tu mochila de la escuela. —Encoge sus hombros, hablando con un poco de obviedad.

—Okey. Desayuna. — Apunta una manzana en la mesa. — Es lo único que hay.

—¿Qué? —Camina hasta ella, la agarra y le da vueltas en sus manos. — No me llenaré con esto, Zabdiel.

El rizado se la quita, mordiéndola.

—Ese no es mi puto problema. — y se la devuelve.

¿A caso nadie le enseñó modales, su madre, nadie?, Christopher piensa. Luego recuerda que su madre es alfa también, tal vez por eso fue criado para ser así de bruto.

Christopher mira la manzana amarilla en sus manos, con una gran mordida al costado. Suspira, mordiéndola suavemente,  sin otra opción. Se sienta en la mesa, escuchando como Zabdiel hablaba con alguien por teléfono, se escucha alegre e incluso cree oírlo reír. Algo en su pecho se remueve, es un sentimiento caliente y no lo soporta. Él está celoso, o no. Aún peor. Su omega está celoso. Respira rápido, mordiendo con rudeza la manzana. Se siente patético en éste momento. Para calmarse, acaricia su vientre y sonríe a medias. Esperaba que su cachorrito endulzara al menos un poco al alfa. Aunque lo dudaba.

El oji-marrón entra nuevamente, ahora ha colgado y su celular baila por sus dedos, en la mano izquierda tiene ese frasco que tanto buscó.

—¿Con quién hablabas? — Mierda, se dice a él mismo. Desearía no haberlo hecho, con nervios por la respuesta que recibiría — si tiene suerte —, juega con el palito que sobresale de la fruta.

—Christopher... quiero explicarte un par de cosas. — Dice con voz neutra, sentándose en la silla que está frente al omega.

—E-está bien.

—Bien, primero: el que vayas a tener a mi hijo no significa que tenga que darte explicaciones de lo que hago y lo que dejo de hacer. ¿Vale?

El castaño asiente, mordiendo sus labios y regañándose interiormente por haber preguntado esa estupidez.

—Segundo: tampoco porque vayas a tener a mi hijo significa que yo sea tu alfa y tú mi omega. ¿Okey?

Eso fue lo que más le dolió. No sabía que hacer. Si simplemente asentir en acuerdo o llorar frente a él, para rogarle que cambie de opinión, pero no, la poca dignidad que tenía, debía conservarla.

—Okey. — Sus labios dejan salir la respuesta, entrecortada.

Satisfecho con la contestación, el alfa se para, acomodando un poco de fruta dentro del frasco, no sin antes haberlo lavado antes.

Ven aquí, y ámameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora