07.

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Abre sus ojos, centrándolos en la nada. Aún es temprano y oscuro. Suspira, alargando su brazo al otro lado de la cama, sintiéndolo vacío y frío. Agradece que el aroma a avellana siguiera presente en su almohada después de haber transcurrido una semana y le fuera reconfortante, porque cada momento donde la soledad lo agobiaba y el fantasma de su presencia lo perseguía por cada rincón de la casa, sentía que su lobo y él por igual enloquecerian ante la falta del omega. Aspira fuerte, llenado sus pulmones con el tenue olor para luego pararse y comenzar su día. Era día de clases y debía asistir.

Prepara su desayuno, en silencio, sin aquella voz aterciopelada a sus espaldas preguntándole cosas inecesarias y sin sentido. Tampoco hay suaves murmuros de canciones olvidadas, ni muchos menos caricias inconscientes en estómagos hinchados. Se había acostumbrado a tener al castaño siempre cerca de él, aunque le costara aceptarlo.

Empaca todo y lo mete a su mochila. Después, se asea y se viste, con unos pantalones ceñidos, un suéter ligero y las botas que siempre usa. Camina hasta la escuela, nunca toma el autobús porque ahí desperdicia dinero, y lo necesita. Llega temprano, como siempre, pero tiene suerte de que Richard también lo hace. En su salón, el pelirrojo está sentando en su lugar, quien cuando ve entrar al alfa, le sonríe.

― Buenos días, Zab.

― Hola, Rich. ―le revuelve el cabello y se sienta a su lado.

El beta bufa.

― Odio que hagas eso.

― Lo sé. ―le sonríe.

― Y... ¿Has hablado con Christopher?

Su sonrisa cae y hace una mueca, negando con la cabeza.

― No he podido, todo el tiempo está acompañado.

― Deberías intentarlo, Christopher es bueno y apuesto a que te escuchara.

― Aún así, ¿qué le diría?

― Podrías empezar disculpándote. Deberías tratarle con cuidado. Es un omega embarazado y siente mucho las cosas. Además, hoy debes hablarle si o si, ¿Para cuándo está programada la cita que pediste?

― Hoy.

― Entonces, ¿Qué esperas?

Es el receso y sale caminando, con su mochila en el hombro y su desayuno en la mano

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Es el receso y sale caminando, con su mochila en el hombro y su desayuno en la mano. Entra a la cafetería y lo primero que nota es a las omegas voltear a verlo, sonriendo y saludando de manera coqueta con las hormonas alborotadas a flor de piel, pero como siempre, las ignora. Mira por sobre todas las cabezas, buscando una especial, una lacia y castaña tan conocida por el alfa. El sonido de su risa se escucha no muy lejos de donde se mantiene de pie y sin mucho esfuerzo lo localiza. Está a una corta distancia sentado en una mesa junto a Alan, su primo, y una joven alfa, no conoce su nombre pero sabe que es alfa, es mejor amiga de su primo y ha asistido a varias de sus fiestas "familiares".

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