17.

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La sala de espera está llena, al parecer su cachorro no era el único en llegar ese día. Tiene el bolso del bebé aplastado contra su pecho y los nervios a flor de piel, su lobo no ha parado de removerse en su pecho y sigue siendo escaso el alivio que encuentra cuando sus dedos nuevamente rascan sin cuidado la piel de sus brazos. Sus padres y los de Christopher estaban en camino, pero el tiempo parecía hacerse cada vez más lento. Antes de que llevaran al castaño para la operación, el doctor prometió hacer todo lo posible para no complicar las cosas en cuestión con la marca que Christopher aún no tenía.

— ¡Zabdiel! ―su madre aparece por el interminable pasillo llamando su atención, tomada de la mano de su esposo. Ella se acerca y acaricia su cabello― ¿Está todo bien?

― Zab, mira cómo traes tus brazos... ―su padre acaricia éstos con las cejas hacia abajo. Estan rojos y con algunas líneas del mismo tono causadas por sus uñas. Aunque no es peor a la imagen que demuestra su hijo, con el semblante bañado en preocupación, ojos brillantes sobre unas marcadas ojeras y el cabello revuelto.

― Perdón, es... No puedo controlarlo.

― Está bien, tranquilo ―presiona un beso en su cabeza y se sienta a su lado― ¿Cómo está?

― No me han dicho nada.

― ¿Lleva mucho ahí?

Y es que sólo decirlo desespera aún más a Zabdiel ― Como una hora.

― No te preocupes, Zabdiel ―el omega le acaricia la espalda con cariño, hablando suave―. Yo tampoco estaba marcado cuando te tuve y, mira, aquí estamos.

Pero aunque eso debería haber tranquilizado al alfa, no lo hace.

Los padres de Christopher llegan unos pocos minutos después, luciendo felices y preocupados a la vez.

― Buenas tardes ―dicen, sentándose en las bancas de en frente.

Zabdiel sólo desea que la espera termine.

Zabdiel sólo desea que la espera termine

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― Está bien y tranquilo. Al principio su ritmo cardíaco se aceleró pero logramos mantenerlo. El bebé se encuentra en revisión, en poco lo llevarán a la habitación ―el doctor le informa al alfa, quien luce ansioso con cada palabra―. El omega está descansando, espere un rato al horario de visitas para poder pasar.

― Bien, muchas gracias. ¿A qué hora sería el horario de visitas? El hombre uniformado revisa su reloj, alzando las cejas.

― Oh, ahora. El tiempo se me pasó volando, sólo llene unas cosas con la enfermera de ahí ―apunta a la mujer que se encuentra detrás de un pequeño escritorio― y podrá pasar.

Zabdiel va hasta ahí y le preguntan cosas sencillas como su nombre y cuál era la relación tenía con el paciente. Poco tiempo después, ya lo están llevando con su omega.

― ¿Chris...? ―asoma un poco su cabeza cuando abre la puerta, siendo cuidadoso de no hablar fuerte.

Las luces están apagadas en el pulcro y blanco lugar, sólo una pequeña lámpara en un mueble es la que alumbra la habitación y hay una beta ―quizás lo es― moviéndose alrededor de la camilla.

Ven aquí, y ámameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora