18.

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Christopher fue dado de alta del hospital una semana después del nacimiento de Liam. Ambos estaban bien y el omega comenzaba a recuperarse muy bien gracias a los cuidados que su alfa le daba.

Ahora han pasado dos meses. Las finas hebras apenas rizadas de Liam son oscuras, haciendo contraste en su blanquecina piel de mejillas rojitas y nariz de botón, acompañados por unos ojos tan grandes y brillantes como los del alfa. Fueron tantos los comentarios acerca de cuán precioso era el bebé y el gran parecido a su padre, que tenían a Zabdiel constantemente con el pecho hinchado de orgullo.

Y no está de más agregar que el lobo de Zabdiel ha estado muy sobreprotector esos días. Todo el tiempo él se mantuvo alrededor de su pequeña familia, siendo atento y alerta ante cualquier amenaza que se presentase. Y Christopher no podría estar más encantado con ello.

— No me voy a volver vegetariano ―el omega refuta por milésima vez, aún vestido con su pijama holgado sin importarle que lo a llevado la mitad del día, caminando a la habitación para ver a Liam, quien había comenzado a sollozar.

― No estoy pidiéndote eso ―Zabdiel dice, de igual manera, yendo detrás suyo―, sólo creo que debes comer más vegetales.

― No me gustan ―inclinado por sobre la cuna, alza al cachorro y lo lleva a la seguridad de su pecho, arrullándolo.

― A mi tampoco me encantan. Deberías comerlos, Chris. El doctor dijo que eran buenos para ti y Liam.

― Liam no puede comer aún ―y el comentario hace que el azabache ruede los ojos.

― Lo que quiero decir, es que todos tus nutrientes se los pasas al cachorro a través de la lactancia.

― Ew, no digas eso.

― ¿Decir qué?

― Lactancia. Suena muy... Ew.

― Okay, no lo vuelvo a decir, pero prométeme que comerás más vegetales y menos dulces.

― Pero me gustan los dulces, Zabdi ―un puchero involuntario surca en sus labios al escuchar la condición del alfa, quien se cuestiona en silencio si está tratando con un niño o con un adulto.

― Lo sé, Chris. Pero no es sano, no para ti.

― Bien, lo haré ―finalmente se rinde y se dirige a sentarse en la cama, alzando luego su camiseta para darle de comer a su retoño.

― Entonces iré a comprar las cosas para el almuerzo ―se aproxima a dejar un beso en la cabeza de Christopher y aprieta, suavemente, la mejilla del bebé― No me extrañen.

― No lo haremos ―dice, riéndose.

Cuando cree que su hijo ha saciado completamente su hambre, lo acomoda sobre su hombro, y al instante los quejidos bajitos de Liam se hacen presentes, pidiendo más.

― No, no, no ―palmea despacito la espalda del niño para hacerlo eructar― has tenido suficiente, amor ―la pequeña criatura suelta un gran aire y Christopher se ríe―. Ew, eres igual que tu padre.

Vuelve a ponerlo en la posición original, entre sus brazos. En estos dos meses había aumentado bastante de peso y crecido unos 2 centímetros.

― No crezcas muy rápido ―le dice a su bebé besando su nariz, y él sólo bosteza, sus diminutas manos hechas puños yendo a su boquita― Vamos, Li, verás un poco de televisión conmigo.

Christopher siempre hablaba con su hijo cuando estaban solos, él creía que era bueno, para que así pudiera identificar su voz y reconocerla fácilmente.

― ¿Qué crees que debería de ver, mh? ―se sienta en el sillón, siendo cuidadoso de no lastimarse a él por la herida que aún sanaba en su vientre bajo, ni a su hijo en movimiento apresurado― ¿una película o un documental? ―pregunta, pero lo único que obtiene del bebé es un adorable estornudo― Bien, película será.

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