11.

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Era lunes, y Christopher estaba sorpresivamente feliz.

Caminaba a paso tranquilo por la institución, luciendo su abultado vientre de y a seis meses. Olfatea el aire con el sentido agudizado, buscando el aroma de Zabdiel, pero es inútil, parece no estar cerca para ese entonces. Continúa recorriendo los ajetreados pasillos, saludando a las personas que conoce hasta que llega a su casillero, saca los libros necesarios para transcurrir la jornada estudiantil y después los guarda en su mochila.

Se sobresalta cuando algo parece golpear con brusquedad la puerta metálica del casillero a su costado, haciendo que detuviera su acción anterior.

— ¿Cómo hiciste para que Zabdiel pase tu celo contigo? ―la pregunta es mascullada de forma tosca, y no se ve perturbado sabiendo de quién se trataba. Lana, la omega de primer año, Christopher la conoce porque es parte del Consejo estudiantil y por su comportamiento abyecto.

― Yo he pasado ningún celo mío con Zabdiel. ―responde impasible, y es cierto.

― ¿Y eso? ―apunta la panza del otro omega, una mueca de desagrado en su rostro no siendo disimulada.

― Oh, esto fue su celo ―hace saber, dándole una mirada a donde se encontraba su cachorro y mira a la chica otra vez, sonriendo despectivamente al remarcar las palabras:―, el cual él me lo pidió.

― ¡No mientas! ―le grita colérica, acercándose a su rostro.

― Ay, niña ―Christopher se aleja de ella―, lávate la boca y luego hablamos. Ten ―se estira para tomarla de la muñeca y la levanta, dejando luego unos cuantos chicles de menta en su mano―, si te sirve de consuelo, fueron comprados por Zabdiel.

Christopher se va, riéndose cuando ve a la omega meterse la goma de mascar a la boca y el rostro ceñudo. Entra a su salón donde tomaría su primera clase. En su asiento usual ―esos donde son compartidos, con un largo escritorio―, Zabdiel ya se encuentra sentado en el de al lado, esperando por él.

― Hola. ―el alfa saluda primero, parándose para dejar que el omega se acomodara.

― Hola. ―sonríe, tomando asiento.

― Te traje esto... ―se inclina hacia el suelo donde dejó descuidadamente tirada su mochila, rebusca algo en unos de los bolsillos y saca una caja de chocolates con almendras los cuales se los pasa al omega, quien observa el dulce con ojos grandes y brillantes.

Christopher sonríe amplio y agradecido, no demora en abrirla, pero su gesto decae cuando lo hace. De los 10 chocolates que debían haber, sólo estaban 7 de ellos.

Zabdiel nota la expresión en su rostro y mira donde el peligrisáceo, comprendiendo entonces segundos después.

― Oh, fue Richard. El los compró y dijo que merecía un pago.

El omega ríe, negando despacio― Está bien. Gracias, Zabdi.

La clase transcurre de manera monótona hasta que el timbre del receso se hace oír por todo el establecimiento. Zabdiel guarda sus cosas y se retira del salón, sin despedirse. A Christopher ya le parece normal eso, por lo que se muestra reacio. En cambio, se siente alegre de que el alfa estuviese cambiando, quizás lo hacía de a poquito, pero se notaba que se esforzaba en hacerlo.

 En cambio, se siente alegre de que el alfa estuviese cambiando, quizás lo hacía de a poquito, pero se notaba que se esforzaba en hacerlo

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